sábado, 18 de enero de 2014

La construcción de la democracia venezolana vista a través de tres momentos: Barranquilla, el Trienio Adeco y Puntofijo



Venezuela transitó casi todo el siglo XIX y buena parte del XX bajo la égida de caudillos y jefes militares que se prevalieron de su condición para monopolizar el poder político en el país. Así, a sangre y fuego, dejamos de ser una colonia del Reino de España para edificar una República a trompicones, donde la democracia lució siempre como una aspiración lejana y difícil de concretar.

Aún y cuando naturalmente existieron atenuantes, de José Antonio Páez a  Juan Vicente Gómez (pasando por los Monagas, Guzmán Blanco y compañía), el país se balanceó casi siempre entre la precariedad institucional y la necesidad permanente del hombre fuerte que dirigiera los destinos de la Nación; todo ello en un marco de profunda inequidad social donde el latifundismo, la corrupción, el abuso de poder, la persecución a la oposición al régimen de turno y las limitaciones a la libertad de expresión y asociación eran sólo algunos de los males que una maltrecha sociedad debía sortear. 

De allí que, como señalamos más arriba, la democracia luciera como algo tan utópico en aquel entonces: el tutelaje de los hombres de armas –encarnados primero en los caudillos que legó la Guerra de Independencia y luego en los militares de formación propios de la primera parte del Siglo XX- sobre la función pública chocaba frontalmente con la aspiración popular de desarrollar una democracia con un sistema de partidos políticos, libre ejercicio de la prensa, defensa de las libertades y derechos civiles de los ciudadanos, imperio de la Ley, búsqueda de disminución de la pobreza y, sobre todo, donde la conquista del poder se dirimiera a través de elecciones realmente libres y abiertas a la participación masiva de todos los estratos sociales.   

¿Estaba el pueblo venezolano preparado para la democracia? ¿Aspiraban los venezolanos la instauración del sistema democrático en nuestro país?. En el criterio de varios autores que eran partidarios del sostenimiento de los regímenes basados en el personalismo y la voluntad de un hombre fuerte este par de interrogantes tenía una respuesta negativa, siendo el más conspicuo representante de esta tesis el doctor Laureano Vallenilla Lanz. Según este acérrimo defensor del gomecismo, la trayectoria histórica de Venezuela daba suficientes luces para afirmar que nuestra sociedad no estaba preparada para decidir por sí misma y así, como si de niños pequeños se tratase, debían contar siempre con un padre que a través de su autoridad y capacidad para infringir miedo, les guiara.  

Con el correr de los años quedaría en evidencia que las presunciones de Vallenilla Lanz eran inciertas: los venezolanos, a través de la instauración del régimen democrático, fueron capaces de alcanzar un cúmulo de realizaciones considerables en diversos ámbitos, al punto que –aún con sus falencias- nuestro país se constituyó en un modelo de estabilidad política y desarrollo para el mundo por varias décadas. 

En este sentido, consideramos que en el tránsito de la sociedad venezolana de los regímenes autoritarios hacia la democracia hay tres momentos o episodios que comportan una alta importancia en su parto, puesta en escena y desarrollo. Estos tres momentos son: la redacción del Plan de Barranquilla por Rómulo Betancourt y sus colaboradores (1931), el ejercicio de gobierno de la Junta Revolucionaria de Gobierno, episodio que también se conoce como “El trienio adeco” (1945-1948) y, finalmente, la firma del Pacto de Puntofijo (1958).

Nuestro criterio de selección en este caso estriba en aspectos que consideramos fundamentales para la instauración del régimen democrático en Venezuela y que a su vez se desarrollan dentro de los tres momentos históricos que hemos seleccionado: 1) La toma de conciencia sobre los problemas que truncaban la construcción del camino democrático en el país, así como la creación de una propuesta programática ante ellos, 2) La creación de partidos políticos modernos, 3) La instauración de las elecciones libres y plurales como método para conquistar el poder político, 4) Creación de la concepción del poder civil en Venezuela, por lo que los militares se someten a los civiles, 5) Construcción de una política de consensos entre actores altamente representativos de los intereses de la sociedad para lograr la estabilidad democrática en el país. 


La redacción del Plan de Barranquilla

Este documento, redactado por Rómulo Betancourt, Raúl Leoni y otros dirigentes políticos que se encontraban el exilio en 1931 es quizá el primer análisis –con fines de oposición a Juan Vicente Gómez- que se hace de manera completa a la situación que atraviesa el país en la primeras décadas del Siglo XX. Allí además se incluirán una serie de propuestas programáticas que contrastan con lo que para entonces era el estado de cosas natural en la vida política venezolana.

Así pues, el cuadro económico y social descrito por Betancourt en el Plan de Barranquilla no es otro que el de la Venezuela depauperada y atrasada de principios de Siglo XX. En palabras textuales de Betancourt -y de quienes le acompañan en la confección de este trascendental documento político- para aquel entonces nuestro país atravesaba por un contexto caracterizado por tres elementos: el sostenimiento de una organización económica semi-feudal, la permanencia en el poder del caudillo como figura estelar y el proceso de doblegación a la penetración del capital extranjero.

En primer término, los autores del Plan contextualizan el problema argumentando que una vez finalizada la lucha por la independencia de Venezuela, se sostiene en nuestro país -durante todo el siglo XIX y hasta comienzos del XX- un sistema de apropiación de la tierra basado en la estructura latifundista, donde el peón de hacienda estaba condenado a llevar una vida de trabajo extenuante que era acompañada con la miseria y el vicio. Es en este escenario donde los dueños del país son los grandes propietarios de la tierra, quienes paradójicamente no eran otros que los caudillos que dejó el proceso de lucha por la Independencia y las posteriores guerras de montoneras de todo el Siglo XIX venezolano. 

De allí que sea precisamente también el caudillo, hombre de armas por excelencia, quien protagoniza la vida política del país hasta que el Benemérito, Juan Vicente Gómez -por cierto, el último de ellos-, logra acabarlos al entronizarse en el poder. Es así como la vida social venezolana discurre subyugada al mandamás de turno que impone su propia ley. Es en este contexto -invariable hasta cuando se escribe el Plan- que Betancourt y los suyos plantean su "programa mínimo" de propuestas que pretenden ser soluciones. 

El último elemento que se ataja en la elaboración del Plan de Barranquilla es la injerencia, cada vez más marcada, que están teniendo las transnacionales del petróleo en nuestro país. En la opinión de los firmantes del plan son estas empresas -que operan bajo condiciones verdaderamente leoninas- las que coaligadas con los latifundistas criollos sirven de sostén a Gómez y con ello a las deplorables condiciones de vida que sufre la empobrecida masa del pueblo venezolano.

 El jóven Rómulo Betancourt redactaría junto a 
otros líderes el "Plan de Barranquilla" en 1931

No es casualidad que el primer punto que plantea el “programa mínimo” del Plan de Barranquilla sea el de que los asuntos de gobierno (“la cosa pública” para quienes elaboran el documento) deben estar capitaneados por civiles, excluyéndose así al pernicioso elemento militar del manejo del poder político. 

Es en el estamento militar, pero más propiamente en el caudillista, que Betancourt y los firmantes del Plan ven el mayor signo de atraso del sistema político venezolano. Esta observación no es fortuita, puesto que efectivamente se puede apreciar que desde que entra en escena como gobernante el “Ciudadano Esclarecido”, José Antonio Páez, la historia del poder político en Venezuela no había sido otra cosa más que una sucesión de caudillos que aparecían tras permanentes “revoluciones” que no pasaban de ser guerras de montoneras. 

A lo largo de todo el Plan se advierte que es fundamental que para que Venezuela logre avances en materia política, social y económica es obligante el hecho de que dejen de ser los hombres de armas los que detenten el poder en el país. Es, en esencia, que Venezuela se baje del caballo para poder entrar en una senda de prosperidad. 

Este razonamiento es plenamente válido si tenemos en cuenta el hecho de que son precisamente estos caudillos –herencia de nuestras luchas independentistas y del sinfín de revoluciones que nos dejó el Siglo XIX- quienes mantienen a la vasta masa popular de venezolanos sumidos en un estado de pobreza estructural: ignorancia, analfabetismo, carencias económicas y materiales, enfermedades y vicios. Difícilmente puede esperarse otra cosa de unos hombres que, bajo una lógica primitiva, administran al país bajo un esquema similar al que utilizan para administrar sus latifundios; en esto el caso de Juan Vicente Gómez es el más elocuente. 

En todo caso, para Betancourt y los suyos lo capital es que sean los civiles -hombres de extracción popular muchos de ellos- que en vez de un arma esgrimían una serie de argumentos, los que lleven las riendas del poder político en el país. La premisa es clara: si lo que caracteriza al caudillo en funciones de gobernante es la corrupción y la sustitución de la ley por el compadrazgo, con la llegada de los civiles al manejo de la cosa pública se pretende erradicar estos males al fomentar un sistema de pulcritud  administrativa e imperio de la ley por encima del amiguismo. 


El ejercicio de gobierno de la Junta Revolucionaria de Gobierno o “Trienio adeco”

Aún y cuando Betancourt, Luis Beltrán Prieto, Raúl Leoni, Gonzalo Barrios y Valmore Rodríguez acceden al poder al acompañar un golpe de estado encabezado por un grupo militar, el desempeño de la Junta de Revolucionaria de Gobierno (presidida por el propio Betancourt) abrirá de manera definitiva la compuerta para el establecimiento del sistema democrático en Venezuela. 

Para el periodista Simón Alberto Consalvi los sucesos del 18 de octubre de 1945 y su desarrollo posterior entrañan una importancia sustantiva en nuestra historia:

            La revolución de Octubre es el suceso de mayor significación política en la historia  venezolana desde la fundación de la República en 1830. Ningún otro suceso tuvo su profundidad, ni sus objetivos, ni sus conquistas, ni sus repercusiones. Entre sus principios fundamentales se inscribió el derecho al ejercicio de la soberanía popular, la modernización del país, las reformas políticas, económicas y sociales negadas por la vieja estructura del poder (…) (Consalvi, 2010, p.9)

Durante el ejercicio de gobierno de la Junta convergen 2 elementos que resultan importantísimos en el desarrollo de la democracia de nuestro país: 

-Nacen dos organizaciones políticas modernas, como es el caso de la Unión Republicana Democrática (URD) y el Comité de Organización Política Electoral Independiente (Copei). Hasta entonces el abanico de partidos políticos venezolanos era reducido y, salvo por el Partido Comunista de Venezuela (PCV) y la propia AD, su papel se reducía exclusivamente a trabajar como órganos de apoyo a las políticas del gobierno, sin presentar posiciones ideológicas claras ni mucho menos propuestas programáticas al país. 

-En 1947 Se realizan en el país las primeras elecciones libres (de carácter universal, directo y secreto) para escoger al Presidente de la República. En estos comicios Rómulo Gallegos se convierte en el primer civil de nuestra historia republicana en acceder a la presidencia por votación popular. Este hecho marca en sí mismo el comienzo de la democracia electoral en el país (aunque este inicio bien podríamos situarlo también en las elecciones que se habían realizado en 1946 para escoger a los miembros de la Asamblea Nacional Constituyente), al tiempo que la elección de Gallegos marca el punto de inicio de la concepción civilista del poder en Venezuela, destinando a los militares a las funciones propias de su investidura y no al tutelaje de la vida política del país. 

Es importante recordar que, a pocos días de haberse consumado el golpe de Estado contra el gobierno de Isaías Medina Angarita, los miembros de la Junta habían firmado el compromiso de no concurrir como candidatos presidenciales en la elección de 1947. Así pues Betancourt y los demás dirigentes que le acompañaban en labores de gobierno son quizás los primeros políticos venezolanos que, pudiendo permanecer en el poder, hacen un ejercicio de despersonalización del mismo y apuestan al desarrollo institucional del país. 


La Junta Revolucionaria de Gobierno en pleno despacha desde Miraflores


Probablemente, todos estos hechos que hemos descrito son los que lleven al historiador Germán Carrera Damas a señalar que el mayor logro acometido durante el trienio es el rescate de la soberanía popular de los venezolanos, que venía siendo usurpada ininterrumpidamente desde que se instauró la República. Bajo este argumento Carrera sentencia que 1945 es “el primer año de la democracia venezolana”, a la vez que afirma:

            La fundación de la primera República liberal democrática representó el primer intento sistemático (…) de perfeccionar en la hoy Venezuela la abolición declarativa de la monarquía, realizada mediante la aprobación, el 23 de noviembre de 1811, de la Constitución Federal para los Estados de Venezuela. (Carrera en Consalvi, 2010, p.9).

Reiterando un punto que habíamos señalado más arriba, el politólogo Juan Carlos Rey caracteriza a la etapa de gobierno de la Junta Revolucionaria de gobierno como un momento donde la realidad del país cambia completamente, al producirse lo que, en pocas palabras, él cataloga como la irrupción de las masas en la política venezolana a través de los partidos políticos:

            Pues el nuevo orden que se trataba de implantar tras la «Revolución de octubre» significaba un cambio radical en las reglas de juego que hasta entonces habían regido la política, e implicaba la introducción de nuevos medios de intervención y nuevos jugadores y la irrupción de las masas en la misma. En adelante, los recursos para el éxito político no serán ya las relaciones o influencias personales de tipo tradicional, sino la capacidad para persuadir, organizar y movilizar a las masas. (Rey, 1991, p.539).

El trienio adeco finalizará con el golpe de Estado que depone a Rómulo Gallegos en noviembre de 1948. Para justificar esta nueva intromisión militar en los asuntos políticos del país se ha argumentado que AD ejercía el poder de manera sectaria en vista de su amplio apoyo popular. Ahora bien, estos baches –si es que efectivamente existieron- se tratarán de subsanar cuando, tras varios años de Dictadura Militar, las organizaciones políticas democráticas vuelvan a tener en frente la posibilidad de detentar la conducción política de Venezuela, luego de que se produzcan los sucesos del 23 de enero de 1958. 


La firma del Pacto de Puntofijo

Tras la rebelión popular con acompañamiento militar que estalla el 23 de enero y que termina deponiendo al General Marcos Pérez Jiménez, los tres grandes partidos políticos (AD, URD, Copei) que habían trajinado la lucha en la clandestinidad contra la Dictadura y que estaban comprometidos con la instauración de un régimen democrático en el país, se aprestan a firmar un pacto para hacer realidad tal fin. 

Actores contemporáneos de la vida política nacional se han empeñado en satanizar el Pacto de Puntofijo, en tanto valoran negativamente la consecución de acuerdos y consensos entre partidos políticos, sindicatos, empresarios y otros actores del sistema político. Nuestra perspectiva en cambio, ve con buenos ojos la negociación y eventual llegada a puntos de confluencia entre actores del sistema político siempre y cuando éstos sean altamente representativos de los intereses de quienes dicen encarnar, como en efecto sucedió durante buena parte de los 40 años que van de 1959 a 1999.


Betancourt, Villalba y Caldera firman el "Pacto de Puntofijo"


A propósito de esto, Juan Carlos Rey apunta que el Pacto entrañaba algún propósito de enmienda ante eventuales errores que hicieron naufragar el experimento democrático adelantado entre 1945 y 1948:

            El régimen democrático que se instaura en Venezuela después de 1958 está fuertemente marcado por la experiencia traumática del trienio 1945-1948, y es un intento deliberado de evitar los errores y deficiencias de aquel ensayo fallido. Con tal fin se trató de lograr un amplio consenso entre los principales actores políticos y sociales en torno a unas reglas de juego básicas del orden político (Rey, 1991, p.542) 

Así pues, la democracia bajo la figura de pactos institucionales que aseguren la gobernabilidad y el buen desempeño del gobierno hacia la estabilización de un régimen de libertades e imperio de la Ley, resulta clave en los procesos de transición. De allí nuestra valoración positiva de este tipo de acuerdos. 

En el caso venezolano, que solamente excluyó de la firma del acuerdo -pero no del ejercicio de la actividad política- al PCV (dada su reticencia al establecimiento de la democracia en el país), se asumió un compromiso de tres aristas por parte de los partidos políticos firmantes, que Naudy Suárez Figueroa resume en: 

a) La “defensa de la constitucionalidad y del derecho a gobernar conforme al resultado electoral”; b) la “conformación de un gobierno de Unidad Nacional” y c) la “suscripción de un programa mínimo común” (Suárez, 2006, p.19)

Puntofijo y los pactos adelantados en 1958 (El avenimiento obrero-patronal, por ejemplo) marcan así un intento sin precedente en Venezuela por incluir a sectores heterogéneos del sistema político en arreglos que tendieran al fortalecimiento institucional a todo nivel y hacia la instauración definitiva del régimen democrático en nuestro país. 

En definitiva, son estos tres momentos históricos (Barranquilla, El Trienio Adeco y Puntofijo) los que configuran y dan pie al establecimiento de la democracia en Venezuela. Como pudimos ver, cada uno de ellos da cuenta de una etapa de maduración distinta al anterior en lo que al pensamiento democrático se refiere y es a través de esa madeja -que se va tejiendo con los aportes que deja cada uno de estos episodios- como podemos caracterizar eso que luego será el período de los 40 años de lo que el propio Germán Carrera Damas ha denominado la “República Civil” en nuestro país.


BIBLIOGRAFÍA

Betancourt, R [et al.] (1931). “Plan de Barranquilla”. Extraído el 12 de enero de 2014 de http://www.analitica.com/bitblioteca/venezuela/plan_de_barranquilla.asp

Consalvi, Simón A. (2010). “La revolución de octubre (1945-1948): la primera República Liberal Democrática”. Caracas: Fundación Rómulo Betancourt.

Rey, Juan C. (1991). “La democracia venezolana y la crisis del sistema político de conciliación”, en: Revista de estudios políticos (Nueva Época), No. 74, Octubre-Diciembre, págs. 533-578.

Suárez, Naudy (2006). “Punto Fijo y otros puntos: los grandes acuerdos políticos de 1958”. Caracas: Fundación Rómulo Betancourt.

Nehomar Adolfo Hernández (*)

(*) Trabajo final elaborado para la asignatura "Sistema Político Venezolano", dictada por el Prof. Gustavo Salcedo Ávila en la Maestría en Ciencia Política de la Universidad Simón Bolivar (USB) Caracas-Venezuela

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