lunes, 13 de enero de 2014

El liderazgo de Fernando Henrique Cardoso como factor clave en la instauración de la democracia brasileña


Fernando Henrique Cardoso


Brasil es uno de los países de América del Sur que más dificultades atravesó para establecer un sistema democrático. Este gigante experimentó en el siglo pasado varios golpes de estado, el montaje de una cultura política apalancada en el corporativismo y la corrupción, la instauración de una dictadura militar que gobernó el país por espacio de 21 años, la poca o nula consolidación de un sistema de partidos y, por último pero no menos importante, la existencia de niveles alarmantes de pobreza y de desigualdad en la distribución del ingreso.   

Ahora bien, en el período de transición a la democracia de Brasil (1985 en lo sucesivo) encontramos a una figura clave: el expresidente Fernando Henrique Cardoso. Este académico -devenido en primer mandatario nacional tras la elección presidencial de 1994- representa, en nuestro criterio, un antes y un después en el camino hacia la construcción de la democracia de dicho país. Así pues, planteamos que el liderazgo político ejercido por Cardoso durante su período de gobierno (1994-2002), y visto a través de cuatro variables concretas que deja entrever Bolívar Lamounier (1999), pavimentó el camino para la construcción de la democracia brasileña; estas variables son: a) Concretar reformas económicas orientadas al mercado; b) Haber dotado a la figura presidencial de liderazgo político sólido; c) Superación del fantasma del tutelaje militar propio del Siglo XX y d) Haber contribuido a la estabilización del sistema de partidos.

Reformas económicas orientadas al mercado

Brasil pasó casi todo el Siglo XIX constituido como una Monarquía, en donde imperaban las relaciones económicas esclavistas protagonizadas por un puñado de terratenientes y grandes masas campesinas. Luego, durante la instauración de la República, en 1889, se abolió la esclavitud, pero la figura del gobierno central no logró instaurar un plan económico claro, más allá de sustentar la economía del país en la exportación agrícola (y por ende en los sectores rurales), principalmente de productos como el café. 

Con la llegada de Getúlio Vargas al poder, tras el golpe de Estado en 1930, se asistiría a la centralización de la económica, sentando los cimientos para la creación del modelo de industrialización y desarrollo tutelado por el Estado central que preservaría Brasil hasta la llegada de las reformas económicas de Cardoso, en los 90. Sobre este episodio refiere Lamounier:

        The main institutional result of the movement headed by Getúlio Vargas was an irreversible increase in central autority: the federative excesses of the First Republic wer curtailed: government intervention in the economy was legitimized to a far greater degree (…) (Lamounier, 1999, p.142)

La entrada de Vargas en acción marca el inicio de una política que busca recoger a través de la centralización, la agenda económica que otrora era tutelada por terratenientes locales y que no respondía a ningún criterio de modernización. Con ello, se inaugura en escena un nuevo actor económico: las clases urbanas trabajadoras que tenían como ámbito laboral sitios distintos a las tradicionales plantaciones de café y otros productos agrícolas de la provincia brasileña. 

 Getúlio Vargas

La política de desarrollo económico apalancada en la industrialización, pero a la vez en el proteccionismo tutelado desde el estado central será clave durante el período de la dictadura militar (1964-1985). Esta línea de acción hará que se llegue a hablar del “milagro brasileño”, dadas las altas tasas de crecimiento económico que exhibió el país durante varios años; crecimiento opacado por altas tasas de desigualdad en la distribución del ingreso, que se traducían en niveles ostensibles de pobreza. Aunado a ello, durante la llegada de los 80 y la llamada época de la “crisis de la deuda” de los países latinoamericanos, Brasil comenzará a pagar caro la excesiva centralización de su economía.

Durante el establecimiento de la República, y también durante la era militar, Brasil pasó de ser un país eminentemente rural, a uno donde –como señalamos más arriba- la clase urbana (compuesta mayormente de técnicos, profesionales y trabajadores industriales) cambió la realidad económica del país. Este cambio vendría a ser asimilado en su totalidad bajo la administración de Cardoso y sus políticas económicas orientadas a reformar la economía tradicionalmente centralizada y proteccionista del país por una de nuevo cuño donde el mercado tenía más peso.

Esta variable nos sitúa en dos apartados importantes del estudio de Diamond, Hartlyn, Linz y Lipset (1999): la descentralización del Estado (comprendida dentro de la dimensión del “State Structure and Strenght”) y la capacidad del liderazgo político de reaccionar a las crisis económicas (comprendida dentro de la dimensión del “Political Leadership”). Así pues, Cardoso tomó la decisión de realizar un cambio de paradigma y logró abonar el camino para reorientar la tendencia centralizadora, proteccionista y paternalista de la economía brasileña. Este conjunto de reformas económicas, enmarcadas dentro del llamado “Plan Real”, contribuirían también a disminuir considerablemente los escándalos de corrupción en el país:
  
    Real Plan repeatedly emphasized that complementary reforms, some requiring constitutional amendments, were needed to ensure fiscal balance and consolidate monetary stability. They also forcefully advocated reducing the entrepreneurial role of the public sector through privatization and flexibilization of the existing constitutional monopolies in oil and telecommunications in order to allow for public-private partnerships (Lamounier, 1999, p.179) 

Cardoso dota a la figura Presidencial de liderazgo político sólido

Brasil es el único país de América Latina que antiguamente estuvo colonizado por los portugueses. Aunado a ello, este gigante no debió experimentar las terribles guerras de independencia que libraron sus pares, dado que su separación de Portugal se produjo en términos pacíficos. Luego de esta separación Brasil siguió existiendo bajo un régimen monárquico propio hasta finales del Siglo XIX, régimen que nunca estuvo amenazado por cruentas guerras civiles como las que tuvieron lugar en otros países de América del Sur. 

Esta relativa calma en la que se desenvuelve el clima político en Brasil durante la mayor  parte del Siglo XIX y un buen trozo del XX explica la ausencia de la existencia de la figura del caudillo nacional en dicho país (donde la expresión más cercana al mismo eran los “Coroneis” locales). Con esto queremos señalar que Brasil nunca tuvo que sortear los infiernos del personalismo político a gran escala, cosa que se demuestra en el mero hecho de que, durante la dictadura militar que gobernó la nación por espacio de 21 años (1964-1985) se alternaron en el poder 5 Presidentes distintos. 

Ahora bien, esta tendencia a la despersonalización del poder nacional (específicamente en la figura del Presidente de la República) amén de tener una lectura positiva en el proceso de democratización brasilero, también trajo consigo una suerte de disfunción de la figura Presidencial, la cual en reiteradas ocasiones –especialmente durante el período de transición a la democracia posterior a 1985- se mostró atada de brazos o incapaz de actuar con la potestad suficiente para implementar políticas desde el gobierno.

    (…) The other factor was insufficient presidential leadership –in part a result of the protracted nature of the Brazilian transition from military to civilian rule from the mid 1970 to the mid 1980s- which weakened the presidential office as such, and in part a result of the fact that each President, from General Figuereido to Itamar Franco, for different reasons failed to provide constructive leadership. (Lamounier, 1999, p.180)

Esta disfunción se resuelve durante la gestión de Cardoso en parte porque, al ganar la elección de 1994, contará con mayoría de representantes tanto en el Senado como en la Cámara Baja brasileña (algo irregular en la historia política de ese país hasta entonces), pero también, en nuestro criterio, producto de una decidida acción que opera dentro de la dimensión del liderazgo político de Cardoso, quien decidió emprender un ambicioso programa de reformas que marcaría un antes y un después en la historia política de Brasil.

Nuestra hipótesis se avala además en el hecho revelador que constituye la victoria de Cardoso en las Presidenciales de 1998, con lo  que él se convierte en el primer Presidente que consigue ser reelecto inmediatamente, desvirtuando la tradición política brasileña que hacía inconcebible que un Presidente pudiera repetir en el poder sucesivamente. Este apoyo a la reelección de Cardoso parece sustentarse en el hecho de que las reformas que había acometido durante su primer mandato eran demasiado ambiciosas como para que éstas pudieran concretarse en apenas 4 años de gobierno:

      In Brazil the right to run for one consecutive reelection had always been considered unacceptable out of fear that incumbents would use the governmental machine to stay in power (…) Yet with the election of Cardoso and the launching of long term structural reforms, reelection became more acceptable, and a constitutional amendment was finally approved in 1997. In fact, support for reelection had become stronger as constitutional reforms (Lamounier, 1999, pp. 182-183)

Superación del fantasma del tutelaje militar propio del Siglo XX

Aún y cuando –como describimos más arriba- el Siglo XIX brasileño y las primeras décadas del XX transcurrieron en relativa paz y con un papel discreto por parte de los militares, hay dos episodios donde este sector de la sociedad adquirió un protagonismo que signó buena parte de la historia política del país durante un buen tiempo: el golpe de Estado de Getúlio Vargas en 1930 y la salida del poder de Joao Goulart por un golpe de Estado en 1964. 

De hecho, la salida de Goulart de la Presidencia ha sido referida innumerables veces como una muestra patente de la llamada “doctrina de la seguridad nacional”, que atribuía a los militares la supuesta potestad de proteger a sus países de la llegada del comunismo, todo ello en una época enmarcada en el enfoque del mundo bipolar (bloque pro Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas vs bloque pro Estados Unidos de América). 

Sin embargo, y por el recorrido que hace Lamounier de la historia política brasileña, esta visión tenía precedentes claros incluso desde el arribo de Vargas al poder. Así pues, la inauguración de la primera República Brasileña comporta la primera intervención de militares en política, en este caso para deponer a la monarquía gobernante:

      When Marshall Deodoro Fonseca marched before tropos in Rio de Janeiro on November 15, 1989, signaling the change of regime, military discontent with the monarchy had already reached its peak (…) (Lamounier, 1999, p.140).

Así pues, la aparición de Getúlio Vargas en 1930 y posteriormente de Castelo Branco (y de sus sucesores durante la dictadura militar inaugurada en 1964) viene a resumir lo que este autor cataloga como una fuerte injerencia del componente militar en los asuntos políticos brasileños durante todo el siglo XX, injerencia que en este caso es catalogada como una especie de “tutelaje militar” siempre latente.

Ahora bien, con la llegada de la transición democrática que pone fin a la dictadura los militares claudican  –al menos como protagonistas- en su afán de retener o tutelar el poder político brasileño. Esto se hace especialmente notable durante la gestión de Fernando Henrique Cardoso, quien logra gobernar durante 8 años seguidos sin levantamientos militares y, más importante aún en nuestro criterio, entrega el poder a Luis Ignacio “Lula” Da Silva (histórico representante de la izquierda en ese país) sin ningún tipo de intervención militar torpedease la transferencia de la jefatura de Estado.
             
Estabilización del sistema de partidos

La revisión histórica hecha por Lamounier deja entrever que Brasil, a diferencia de otros países de la región, no transitó de la tradicional estructura de partidos Liberal vs. Conservador propia del siglo XIX hacia organizaciones políticos que lograran echar raíces sólidas dentro del sistema político propio de ese país. 

Esta variable, que opera dentro de las llamadas “Political Institutions” de Hartlyn, Diamond, Linz y Lipset (1999), tiene en nuestro criterio un peso considerable en la construcción de los procesos de democratización de un país. Así pues, valoramos la actuación de los partidos políticos (y por ende el juego por la disputa del poder a través de la construcción de un sistema de partidos sólido) como un componente sine qua non para la institucionalización del régimen democrático.

Durante el siglo XX no se desarrollan partidos en Brasil que logren altos niveles de institucionalización, como por ejemplo lo lograron la Unión Cívica Radical (UCR) en Argentina, Acción Democrática (AD) en Venezuela o el Partido de la Revolución Institucional (PRI) en México. En el caso brasileño hablamos, en todo caso, de organizaciones políticas que entran en escena y al poco tiempo se ven mermadas en su apoyo electoral o simplemente terminan desapareciendo. Es precisamente esta precariedad de un sistema de partidos sólido lo que, aparejado a la carencia de liderazgos políticos importantes lo que, en nuestra opinión, logra superar Cardoso durante su gestión. 

Es justo decir que la constitución de organizaciones políticas sólidas en el Brasil del siglo XX probablemente se haya visto torpedeada por las restricciones a la actividad partidista que se dieron durante los períodos militares a los que hemos hecho alusión más arriba: el llamado “Estado Novo” de Getúlio Vargas y la dictadura militar que arranca en 1964; siendo que mientras Vargas vetó absolutamente cualquier actividad partidista para eliminar a la oposición, Castelo Branco y sus sucesores militares organizaron el sistema de partidos de manera que existiese solamente un partido opositor en el que tuvieron que confluir corrientes ideológicas que nada tenían que ver entre sí.

En este sentido, el Brasil de la transición democrática será, como refiere Lamounier, un país orientado al multipartidismo donde eventualmente aparecen unas organizaciones políticas, otras desaparecen y  otras tantas mutan o cambian de nombre. Este hecho interfiere en múltiples ocasiones en los niveles de gobernabilidad del país, dado que la composición parlamentaria era tan variada y a la vez tan desorganizada que al Presidente de turno se le hacía cuesta arriba llegar a acuerdos serios con una determinada bancada para lograr apoyo a sus planteamientos. 

Luis Inácio "Lula" Da Silva

Tras el ejercicio de gobierno de Fernando Henrique Cardoso (que arranca en 1994), este multipartidismo tendió a inclinarse cada vez más a un sistema bipartidista protagonizado por el Partido de los Trabajadores de Lula Da Silva (PT) y el Partido Social Demócrata Brasileño (PSDB) capitaneado por el propio Cardoso. No en vano desde 1994 hasta la última elección presidencial de dicho país (realizada en 2010) el porcentaje de votos de los electores se ha distribuido mayoritariamente entre los candidatos de estas dos fuerzas políticas: una que recoge orientaciones de izquierda y centro-izquierda, en tanto que la otra se apalanca sobre ideas de centro y centro-derecha). Esta nueva realidad del sistema político brasileño es, en nuestro juicio, reveladora de un favorable incremento en el nivel de institucionalización en el sistema de partidos de ese país, todo ello a través de estas dos fuerzas políticas que se alejan de los radicalismos ideológicos. 

Un punto importante en este sentido es que ni Cardoso, ni el Propio Lula Da Silva –quienes en su momento fueron reelectos y luego dejaron el poder con altos índices de popularidad- han manifestado la intención de volver a buscar la Presidencia. Este simple hecho es, para nosotros, remarcable en lo que a institucionalización de los partidos políticos se refiere.  

Caricatura alusiva a la lucha electoral por el poder que han sostenido el PT y PSDB en Brasil desde 1994

En resumen, observamos cómo las variables: (a) Reformas económicas orientadas al mercado; b) Haber dotado a la figura presidencial de liderazgo político sólido; c) superación del fantasma del tutelaje militar propio del Siglo XX y d) Haber contribuido a la estabilización del sistema de partidos, que operaron durante la gestión de Fernando Henrique Cardoso y producto de su liderazgo (1994-2002) fueron definitivas en la construcción del sistema democrático brasileño. 

Bibliografía

Diamond L, Hartlyn J, Linz J & Lipset S. (1999). Democracy in developing countries. Colorado: Lynne Rienner. 

Nehomar Adolfo Hernández (*)
(*) Paper elaborado para el seminario "Las democracias en América Latina" dictado por el Profesor Adolfo Vargas en la maestría en Ciencia Política de la Universidad Simón Bolívar. Caracas-Venezuela

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