Fernando Henrique Cardoso
Brasil es uno de los países de América del Sur que más dificultades atravesó para establecer un sistema democrático. Este gigante experimentó en el siglo pasado varios golpes de estado, el montaje de una cultura política apalancada en el corporativismo y la corrupción, la instauración de una dictadura militar que gobernó el país por espacio de 21 años, la poca o nula consolidación de un sistema de partidos y, por último pero no menos importante, la existencia de niveles alarmantes de pobreza y de desigualdad en la distribución del ingreso.
Ahora bien, en el período de transición a la democracia de
Brasil (1985 en lo sucesivo) encontramos a una figura clave: el expresidente
Fernando Henrique Cardoso. Este académico -devenido en primer mandatario
nacional tras la elección presidencial de 1994- representa, en nuestro criterio,
un antes y un después en el camino hacia la construcción de la democracia de
dicho país. Así pues, planteamos que el liderazgo político ejercido por Cardoso
durante su período de gobierno (1994-2002), y visto a través de cuatro
variables concretas que deja entrever Bolívar Lamounier (1999), pavimentó el
camino para la construcción de la democracia brasileña; estas variables son: a)
Concretar reformas económicas orientadas al mercado; b) Haber dotado a la
figura presidencial de liderazgo político sólido; c) Superación del fantasma
del tutelaje militar propio del Siglo XX y d) Haber contribuido a la
estabilización del sistema de partidos.
Reformas económicas
orientadas al mercado
Brasil pasó casi todo el Siglo XIX constituido como una
Monarquía, en donde imperaban las relaciones económicas esclavistas
protagonizadas por un puñado de terratenientes y grandes masas campesinas.
Luego, durante la instauración de la República, en 1889, se abolió la esclavitud,
pero la figura del gobierno central no logró instaurar un plan económico claro,
más allá de sustentar la economía del país en la exportación agrícola (y por
ende en los sectores rurales), principalmente de productos como el café.
Con la llegada de Getúlio Vargas al poder, tras el golpe de
Estado en 1930, se asistiría a la centralización de la económica, sentando los
cimientos para la creación del modelo de industrialización y desarrollo
tutelado por el Estado central que preservaría Brasil hasta la llegada de las
reformas económicas de Cardoso, en los 90. Sobre este
episodio refiere Lamounier:
La entrada de Vargas en acción marca el inicio de una
política que busca recoger a través de la centralización, la agenda económica
que otrora era tutelada por terratenientes locales y que no respondía a ningún
criterio de modernización. Con ello, se inaugura en escena un nuevo actor
económico: las clases urbanas trabajadoras que tenían como ámbito laboral
sitios distintos a las tradicionales plantaciones de café y otros productos
agrícolas de la provincia brasileña.
Getúlio Vargas
La política de desarrollo económico apalancada en la
industrialización, pero a la vez en el proteccionismo tutelado desde el estado
central será clave durante el período de la dictadura militar (1964-1985). Esta
línea de acción hará que se llegue a hablar del “milagro brasileño”, dadas las
altas tasas de crecimiento económico que exhibió el país durante varios años;
crecimiento opacado por altas tasas de desigualdad en la distribución del
ingreso, que se traducían en niveles ostensibles de pobreza. Aunado a ello,
durante la llegada de los 80 y la llamada época de la “crisis de la deuda” de
los países latinoamericanos, Brasil comenzará a pagar caro la excesiva centralización
de su economía.
Durante el establecimiento de la República, y también durante
la era militar, Brasil pasó de ser un país eminentemente rural, a uno donde
–como señalamos más arriba- la clase urbana (compuesta mayormente de técnicos,
profesionales y trabajadores industriales) cambió la realidad económica del
país. Este cambio vendría a ser asimilado en su totalidad bajo la
administración de Cardoso y sus políticas económicas orientadas a reformar la
economía tradicionalmente centralizada y proteccionista del país por una de
nuevo cuño donde el mercado tenía más peso.
Esta variable nos sitúa en dos apartados importantes del
estudio de Diamond, Hartlyn, Linz y Lipset (1999): la descentralización del
Estado (comprendida dentro de la dimensión del “State Structure and Strenght”)
y la capacidad del liderazgo político de reaccionar a las crisis económicas
(comprendida dentro de la dimensión del “Political Leadership”). Así pues, Cardoso
tomó la decisión de realizar un cambio de paradigma y logró abonar el camino
para reorientar la tendencia centralizadora, proteccionista y paternalista de
la economía brasileña. Este conjunto de reformas económicas, enmarcadas dentro
del llamado “Plan Real”, contribuirían también a disminuir considerablemente
los escándalos de corrupción en el país:
Real Plan repeatedly emphasized that
complementary reforms, some requiring constitutional amendments, were needed to
ensure fiscal balance and consolidate monetary stability. They also forcefully
advocated reducing the entrepreneurial role of the public sector through
privatization and flexibilization of the existing constitutional monopolies in
oil and telecommunications in order to allow for public-private partnerships (Lamounier,
1999, p.179)
Cardoso dota a la
figura Presidencial de liderazgo político sólido
Brasil es el único país de América Latina que antiguamente
estuvo colonizado por los portugueses. Aunado a ello, este gigante no debió
experimentar las terribles guerras de independencia que libraron sus pares,
dado que su separación de Portugal se produjo en términos pacíficos. Luego de
esta separación Brasil siguió existiendo bajo un régimen monárquico propio
hasta finales del Siglo XIX, régimen que nunca estuvo amenazado por cruentas
guerras civiles como las que tuvieron lugar en otros países de América del Sur.
Esta relativa calma en la que se desenvuelve el clima
político en Brasil durante la mayor
parte del Siglo XIX y un buen trozo del XX explica la ausencia de la
existencia de la figura del caudillo nacional en dicho país (donde la expresión
más cercana al mismo eran los “Coroneis” locales). Con esto queremos señalar
que Brasil nunca tuvo que sortear los infiernos del personalismo político a
gran escala, cosa que se demuestra en el mero hecho de que, durante la
dictadura militar que gobernó la nación por espacio de 21 años (1964-1985) se
alternaron en el poder 5 Presidentes distintos.
Ahora bien, esta tendencia a la despersonalización del poder
nacional (específicamente en la figura del Presidente de la República) amén de
tener una lectura positiva en el proceso de democratización brasilero, también
trajo consigo una suerte de disfunción de la figura Presidencial, la cual en
reiteradas ocasiones –especialmente durante el período de transición a la
democracia posterior a 1985- se mostró atada de brazos o incapaz de actuar con
la potestad suficiente para implementar políticas desde el gobierno.
(…)
The other factor was insufficient presidential leadership –in part a result of
the protracted nature of the Brazilian transition from military to civilian
rule from the mid 1970 to the mid 1980s- which weakened the presidential office
as such, and in part a result of the fact that each President, from General
Figuereido to Itamar Franco, for different reasons failed to provide
constructive leadership. (Lamounier, 1999, p.180)
Esta disfunción se resuelve durante la gestión de Cardoso en
parte porque, al ganar la elección de 1994, contará con mayoría de
representantes tanto en el Senado como en la Cámara Baja brasileña (algo
irregular en la historia política de ese país hasta entonces), pero también, en
nuestro criterio, producto de una decidida acción que opera dentro de la
dimensión del liderazgo político de
Cardoso, quien decidió emprender un ambicioso programa de reformas que marcaría
un antes y un después en la historia política de Brasil.
Nuestra hipótesis se avala además en el hecho revelador que constituye
la victoria de Cardoso en las Presidenciales de 1998, con lo que él se convierte en el primer Presidente
que consigue ser reelecto inmediatamente, desvirtuando la tradición política
brasileña que hacía inconcebible que un Presidente pudiera repetir en el poder
sucesivamente. Este apoyo a la reelección de Cardoso parece sustentarse en el
hecho de que las reformas que había acometido durante su primer mandato eran
demasiado ambiciosas como para que éstas pudieran concretarse en apenas 4 años
de gobierno:
In Brazil the right to run for one
consecutive reelection had always been considered unacceptable out of fear that
incumbents would use the governmental machine to stay in power (…) Yet with the
election of Cardoso and the launching of long term structural reforms,
reelection became more acceptable, and a constitutional amendment was finally
approved in 1997. In fact, support for reelection had become stronger as
constitutional reforms (Lamounier,
1999, pp. 182-183)
Superación del fantasma
del tutelaje militar propio del Siglo XX
Aún y cuando –como describimos más arriba- el Siglo XIX
brasileño y las primeras décadas del XX transcurrieron en relativa paz y con un
papel discreto por parte de los militares, hay dos episodios donde este sector
de la sociedad adquirió un protagonismo que signó buena parte de la historia
política del país durante un buen tiempo: el golpe de Estado de Getúlio Vargas
en 1930 y la salida del poder de Joao Goulart por un golpe de Estado en 1964.
De hecho, la salida de Goulart de la Presidencia ha sido
referida innumerables veces como una muestra patente de la llamada “doctrina de
la seguridad nacional”, que atribuía a los militares la supuesta potestad de
proteger a sus países de la llegada del comunismo, todo ello en una época
enmarcada en el enfoque del mundo bipolar (bloque pro Unión de Repúblicas
Socialistas Soviéticas vs bloque pro Estados Unidos de América).
Sin embargo, y por el recorrido que hace Lamounier de la
historia política brasileña, esta visión tenía precedentes claros incluso desde
el arribo de Vargas al poder. Así pues, la inauguración de la primera República
Brasileña comporta la primera intervención de militares en política, en este
caso para deponer a la monarquía gobernante:
When Marshall Deodoro Fonseca marched
before tropos in Rio de Janeiro on November 15, 1989, signaling the change of
regime, military discontent with the monarchy had already reached its peak (…) (Lamounier, 1999, p.140).
Así pues, la aparición de Getúlio Vargas en 1930 y posteriormente
de Castelo Branco (y de sus sucesores durante la dictadura militar inaugurada
en 1964) viene a resumir lo que este autor cataloga como una fuerte injerencia
del componente militar en los asuntos políticos brasileños durante todo el
siglo XX, injerencia que en este caso es catalogada como una especie de
“tutelaje militar” siempre latente.
Ahora bien, con la llegada de la transición democrática que
pone fin a la dictadura los militares claudican
–al menos como protagonistas- en su afán de retener o tutelar el poder
político brasileño. Esto se hace especialmente notable durante la gestión de
Fernando Henrique Cardoso, quien logra gobernar durante 8 años seguidos sin
levantamientos militares y, más importante aún en nuestro criterio, entrega el
poder a Luis Ignacio “Lula” Da Silva (histórico representante de la izquierda
en ese país) sin ningún tipo de intervención militar torpedease la
transferencia de la jefatura de Estado.
Estabilización del
sistema de partidos
La revisión histórica hecha por Lamounier deja entrever que
Brasil, a diferencia de otros países de la región, no transitó de la
tradicional estructura de partidos Liberal vs. Conservador propia del siglo XIX
hacia organizaciones políticos que lograran echar raíces sólidas dentro del
sistema político propio de ese país.
Esta variable, que opera dentro de las llamadas “Political
Institutions” de Hartlyn, Diamond, Linz y Lipset (1999), tiene en nuestro
criterio un peso considerable en la construcción de los procesos de
democratización de un país. Así pues, valoramos la actuación de los partidos
políticos (y por ende el juego por la disputa del poder a través de la
construcción de un sistema de partidos sólido) como un componente sine qua non
para la institucionalización del régimen democrático.
Durante el siglo XX no se desarrollan partidos en Brasil que
logren altos niveles de institucionalización, como por ejemplo lo lograron la
Unión Cívica Radical (UCR) en Argentina, Acción Democrática (AD) en Venezuela o
el Partido de la Revolución Institucional (PRI) en México. En el caso brasileño
hablamos, en todo caso, de organizaciones políticas que entran en escena y al
poco tiempo se ven mermadas en su apoyo electoral o simplemente terminan
desapareciendo. Es precisamente esta precariedad de un sistema de partidos
sólido lo que, aparejado a la carencia de liderazgos políticos importantes lo
que, en nuestra opinión, logra superar Cardoso durante su gestión.
Es justo decir que la constitución de organizaciones políticas
sólidas en el Brasil del siglo XX probablemente se haya visto torpedeada por
las restricciones a la actividad partidista que se dieron durante los períodos
militares a los que hemos hecho alusión más arriba: el llamado “Estado Novo” de
Getúlio Vargas y la dictadura militar que arranca en 1964; siendo que mientras
Vargas vetó absolutamente cualquier actividad partidista para eliminar a la
oposición, Castelo Branco y sus sucesores militares organizaron el sistema de
partidos de manera que existiese solamente un partido opositor en el que
tuvieron que confluir corrientes ideológicas que nada tenían que ver entre sí.
En este sentido, el
Brasil de la transición democrática será, como refiere Lamounier, un país
orientado al multipartidismo donde eventualmente aparecen unas organizaciones
políticas, otras desaparecen y otras
tantas mutan o cambian de nombre. Este hecho interfiere en múltiples ocasiones
en los niveles de gobernabilidad del país, dado que la composición
parlamentaria era tan variada y a la vez tan desorganizada que al Presidente de
turno se le hacía cuesta arriba llegar a acuerdos serios con una determinada
bancada para lograr apoyo a sus planteamientos.
Luis Inácio "Lula" Da Silva
Tras el ejercicio de gobierno de Fernando Henrique Cardoso
(que arranca en 1994), este multipartidismo tendió a inclinarse cada vez más a
un sistema bipartidista protagonizado por el Partido de los Trabajadores de
Lula Da Silva (PT) y el Partido Social Demócrata Brasileño (PSDB) capitaneado
por el propio Cardoso. No en vano desde 1994 hasta la última elección
presidencial de dicho país (realizada en 2010) el porcentaje de votos de los
electores se ha distribuido mayoritariamente entre los candidatos de estas dos
fuerzas políticas: una que recoge orientaciones de izquierda y
centro-izquierda, en tanto que la otra se apalanca sobre ideas de centro y
centro-derecha). Esta nueva realidad del sistema político brasileño es, en
nuestro juicio, reveladora de un favorable incremento en el nivel de
institucionalización en el sistema de partidos de ese país, todo ello a través de
estas dos fuerzas políticas que se alejan de los radicalismos ideológicos.
Un punto importante en este sentido es que ni Cardoso, ni el
Propio Lula Da Silva –quienes en su momento fueron reelectos y luego dejaron el
poder con altos índices de popularidad- han manifestado la intención de volver
a buscar la Presidencia. Este simple hecho es, para nosotros, remarcable en lo
que a institucionalización de los partidos políticos se refiere.
Caricatura alusiva a la lucha electoral por el poder que han sostenido el PT y PSDB en Brasil desde 1994
En resumen, observamos cómo las variables: (a) Reformas
económicas orientadas al mercado; b) Haber dotado a la figura presidencial de
liderazgo político sólido; c) superación del fantasma del tutelaje militar
propio del Siglo XX y d) Haber contribuido a la estabilización del sistema de
partidos, que operaron durante la gestión de Fernando Henrique Cardoso y
producto de su liderazgo (1994-2002) fueron definitivas en la construcción del
sistema democrático brasileño.
Bibliografía
Diamond
L, Hartlyn J, Linz J & Lipset S. (1999). Democracy
in developing countries. Colorado: Lynne Rienner.
Nehomar Adolfo Hernández (*)
(*) Paper elaborado para el seminario "Las democracias en América
Latina" dictado por el Profesor Adolfo Vargas en la maestría en Ciencia
Política de la Universidad Simón Bolívar. Caracas-Venezuela.
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