domingo, 15 de diciembre de 2013

La construcción de la estabilidad democrática en Argentina: una revisión a los gobiernos de Raúl Alfonsín y Carlos Menem (1983-1999)



 
Raúl Alfonsín


La historia de Argentina, al igual que la mayoría de los países de América Latina, estuvo signada por gobiernos militares durante buena parte del siglo pasado.  Ahora bien, luego de un tortuoso tránsito –que implicó la ruptura del orden constitucional en reiteradas ocasiones a través de la figura del golpe de Estado- que arranca en 1930 y concluye en 1983 este país logró, a trompicones, solidificar el sistema democrático del que hoy disfruta. Así pues, a la luz del trabajo de Carlos Waisman “Argentina: Capitalism and Democracy”, podemos afirmar que los gobiernos de Raúl Alfonsín y Carlos Menem (1983-1999) fueron vitales para la implantación de la democracia en dicho país. Aún y cuando no cumplieron al pie de la letra con todos los principios que presupone un gobierno democrático, auspiciaron reformas e introdujeron cambios al sistema que terminaron ampliando el régimen de libertades políticas y económicas a favor de la ciudadanía, y por ende afianzando la democracia en Argentina. 

De entrada resulta indispensable bosquejar los elementos que forman parte esencial de un régimen democrático, y para ello nos hacemos del listado que provee Walter Montenegro en su obra: “Introducción a las doctrinas político económicas” (1982, pp 64-65), a saber:

a) El sufragio o voto popular a través del cual todos los ciudadanos pueden elegir a sus gobernantes, como un ejercicio de soberanía.

b) Una Constitución y un cuerpo de leyes que delimiten claramente las funciones del Estado, de manera que éste no tenga un poder desmesurado y que además de ello el individuo esté protegido contra eventuales abusos Estadales. 

c) La división de poderes dentro del Estado en: Legislativo, Ejecutivo y Judicial 

d) La vigencia de principios fundamentales e inviolables que son inherentes a la condición humana: la libertad de pensamiento, de reunión, de asociación y de tránsito, así como las medidas que buscan garantizar la vida y la igualdad (presuponemos que la de tipo político).

Partimos pues, de la reflexión de Waisman, quien sobre el caso de la democracia argentina afirma: 

(…) Constitutional Legality was interrupted by a military coup in 1930; from that year to 1983, Argentine politics was an unstable succession of military, populist-corporatist, and restrictive democratic regimes (Waisman en Diamond, Hartlyn, Linz & Lipset, 1999, p. 74)     
                    
La llegada a la Presidencia de Raúl Alfonsín en 1983 significó el enrutamiento definitivo de la sociedad argentina hacia la democracia como régimen político y como forma de vida. Alfonsín, un militante del partido centro-izquierdista Unión Cívica Radical (UCR), accede al poder luego del oscuro período de una dictadura militar que dejó miles de asesinatos y desapariciones como consecuencia de la persecución y la represión política. 

Tal y como afirma el propio Waisman (Ibid, p.97) Alfonsín asume el gobierno en medio de una crisis terrible: inflación de 3 dígitos, estancamiento económico y un largo período precedente de gobiernos con tinte autoritario. Sin embargo, lo que en definitiva sitúa a Alfonsín como pilar fundamental en la institucionalización de la democracia en Argentina son dos elementos: un compromiso sincero tanto propio como de su partido en lograr instaurar un modelo de democracia liberal en el país y dar un giro hacia la moderación y la apertura política (para desvincularse del radicalismo  propio de gobiernos como el de la Dictadura Militar o el precedente, de Juan Domingo Perón y su viuda).

El mayor mérito de Alfonsín en la institucionalización de la democracia fue el de subsumir el poder militar (acostumbrado por décadas a dar golpes de estado en dicho país) al poder civil. De hecho, en el criterio de Waisman (Ibid, p.99) un paso fundamental para asentar el sistema democrático en Argentina fue el dado por el enjuiciamiento a los militares que habían cometido crímenes durante la era de la Dictadura, haciendo prevalecer el imperio de la Ley a ojos de la ciudadanía, que además se movilizó masivamente para respaldar esta medida y abogar por la defensa de la Constitución. Recordemos que el respeto y aplicación de la Ley es un aspecto harto importante para Montenegro al momento de hablar de elementos que son indispensables en una democracia. 

Además de ello, otros aspectos enunciados por Montenegro –y que hemos recordado más arriba- caracterizaron también el ejercicio de la Presidencia de este militante de la UCR y fueron determinantes a la hora de consolidar la democracia argentina: la separación de poderes, el respeto a las libertades ciudadanas y el sometimiento a elecciones de las fuerzas políticas para poder obtener el poder. La afirmación anterior se patentiza en el hecho de que, durante la gestión de Alfonsín, el antiguo peronismo -que muchas veces había dado señales de no compartir algunos valores de la tolerancia y el pluralismo político-, termina por convertirse definitivamente en una organización política (El Partido Justicialista) comprometida con las reglas de juego democráticas y accede al poder en 1989 mediante unas elecciones libres en las cuales Carlos Menem derrota al candidato de la UCR, Eduardo Angeloz. Menem asumiría el gobierno por anticipado, puesto que Alfonsín debió renunciar en medio de una crisis inflacionaria. 

Ahora bien, el hecho en sí mismo, donde un Presidente que había ganado unas elecciones (Alfonsín), le hace entrega a otro que también había conseguido la mayoría de los votos en unos comicios libres, siendo de oposición (Menem) no se producía en Argentina desde principios del siglo XX, e ilustra bien el peso que tiene este momento histórico en la construcción del juego democrático en este país sudamericano.

La llegada de Carlos Menem al poder en 1989 significará a su vez una oleada de cambios que quedaron pendientes en la gestión de Alfonsín, a saber: la reforma y liberalización de la economía argentina. Si bien el Presidente Alfonsín dio piso al sistema democrático a través de la adopción y puesta en práctica de elementos del liberalismo político (elecciones libres, división de poderes, imperio de la Ley, respeto al pluralismo), su gobierno no tomó la resolución de introducir cambios dentro del tradicional proteccionismo económico imperante en Argentina desde que se constituyó como República en el siglo XIX. Menem, quien paradójicamente fue el primer Presidente de la corriente Justicialista electo por votación popular, fue quien realizó el programa de privatización y apertura hacia los mercados económicos mundiales que dio al traste con el sistema económico neo-mercantilista (Waisman, Ibid, p.100) que fue bandera durante los gobiernos populistas de Perón y que a su vez convirtió las crisis inflacionarias en un problema de nunca acabar en la Argentina:

Once in power, though, Menem executed the most dramatic turnaround in Argentinian politics in this century. He embarked on a policy of orthodox adjustment and gradually moved toward radical economic liberalization (…) (Idem.)         

 Carlos Saúl Menem

Mediante esta apertura económica Argentina logró resolver el problema inflacionario legado por gobiernos anteriores, a la vez que obtuvo un crecimiento económico extraordinario, abonando aún más el terreno para la institucionalización de la democracia en el país.

A pesar de que el gobierno de Menem es cuestionado por escándalos de corrupción y fallas en la división de poderes (Menem gobernó mediante decretos e intervino de alguna forma en la composición de la Corte de Justicia Argentina, por ejemplo), Levitsky le atribuye una importancia de primera línea en la consolidación de la democracia argentina:
 During this more recent period, elections and civil liberties were institutionalized, the military disappeared from the political scene, and macroeconomic stability was achieved for the first time in decades. (Levitsky en Domínguez & Shifter, 2003, p.244)
De hecho, el nivel de estabilización de la democracia argentina se patentiza en el mismo hecho de que, cuando Menem intenta quebrantar la Ley para ir por una segunda reelección Presidencial en 1999, la Corte de Justicia (donde se decía que tenía fichas leales a él) le impide hacerlo. Esto evidencia un crecimiento institucional importante en un país que trata de cimentar su democracia de manera definitiva.
El propio Levitsky hace alusión al nivel de estabilidad que había cobrado para entonces el sistema, remitiéndose para ello a las elecciones donde el Justicialismo sale derrotado por Fernando De la Rúa, candidato del partido opositor Unión Cívica Radical:
When Carlos Menem left the presidency, Argentine democracy was more stable than at any time in the country’s history (…) The 1999 electoral process was a highly routinized affair. The president-elec, Alliance candidate Fernando De La Rúa, was a career UCR politician, and established party politicians captured nearly all of the country’s governorships (Ibídem, p.254)
En conclusión, a través de la revisión que hemos hecho podemos afirmar que los gobiernos de Raúl Alfonsín (UCR) y Carlos Menem (PJ) fueron  -a pesar de las críticas a las que haya lugar- los que institucionalizaron el sistema democrático imperante en la Argentina de nuestros días. Así pues, el período comprendido entre 1983 y 1999 transformó a la sociedad argentina en la medida en que se acometieron reformas en el campo del pluralismo político y la apertura económica tan necesarias para la buena marcha de las sociedades democráticas.   

Nehomar Adolfo Hernández (*)
BIBLIOGRAFÍA



Diamond L, Hartlyn J, Linz J & Lipset S. (1999). Democracy in developing countries. Colorado: Lynne Rienner.
Montenegro, W. (1982). Introducción a las doctrinas político-económicas (3era Ed). México: Fondo de Cultura Económica.
Domínguez, J & Shifter, M. (2003). Constructing Democratic Governance in Latin America (2da Ed). Baltimore: The John’s Hopkins University Press.
 

(*) Paper elaborado para el seminario "Las democracias en América Latina" dictado por el Profesor Adolfo Vargas en la maestría en Ciencia Política de la Universidad Simón Bolívar. Caracas-Venezuela.

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