martes, 31 de diciembre de 2013

La semi-democracia mexicana (1929-2000): 5 claves para su caracterización





El caso mexicano ha sido paradigmático para el estudio de las democracias latinoamericanas. Esto, toda vez que en dicho país se ha desarrollado durante varias décadas un modelo político híbrido, en tanto que contempla prácticas autoritarias con otras de carácter democrático. De allí pues que en las próximas líneas esbozaremos, a la luz de la recopilación hecha por Hartlyn, Diamond, Linz y Lipset (1999), los elementos más resaltantes que caracterizan al régimen político que ha imperado en México desde el triunfo de la revolución y la consolidación en el poder del Partido Revolucionario Institucional (PRI).

Así pues, esta etapa de la historia mexicana es caracterizada por Levy y Brubn (1999, p. 523) como una “semi-democracia”, visión que refrendamos en tanto hay una serie de factores que impidieron un desarrollo completo de la democracia liberal en dicho país. Más allá de aquello que informalmente es conocido como la “Dictadura perfecta” y que permitió al PRI gobernar durante 70 años sin perder una elección presidencial (1929-2000), hay una serie de factores que nos permiten tipificar en detalle las falencias de la democracia mexicana en dicho período: a) proceso de cooptación de los sindicatos, b) el pasado no democrático y la tendencia al autoritarismo c) la censura a los medios de comunicación d) la instauración de una hegemonía monopartidista y la tendencia al presidencialismo centralista e) la existencia de clivajes producidos por grandes desigualdades económicas y sociales entre los mexicanos. 

Estos cinco factores que a nuestro juicio son determinantes para caracterizar a la “semi-democracia” mexicana, operan dentro de cinco dimensiones esbozadas por Hartlyn, Diamond, Linz y Lipset en su libro Democracy In Developing Countries (1999), obra dedicada a estudiar el desarrollo de las democracias en América Latina, a saber:  1) la estructura y alcance del Estado (State Structure and Strength), 2) el legado histórico del país (Historical Legacies, Paths and Sequences), 3) Las instituciones políticas (Political Institutions), 4) Los clivajes de clases y problemas de desigualdad (Inequality, Class, and other Cleavages) y 5) El papel de la sociedad y asociaciones civiles (Civil Society and Associational Life). En resumen, esta serie de factores –operando sobre estas 5 dimensiones- hacen que México se presente como una “semi-democracia” o una democracia a medio andar, donde se hibridan comportamientos democráticos con otros de corte autoritario.      

a)      El proceso de cooptación de los sindicatos

Refieren Levy y Brubn cómo desde su génesis, el sindicalismo mexicano estuvo permeado y controlado por los partidos políticos (especialmente por el PRI). Este aparte, que opera en la dimensión “Civil Society and Associational Life”, nos recuerda cuán importante es que las centrales de trabajadores tengan, aún por encima de las militancias partidistas, autonomía de acción en la formulación de sus agendas y pliegos de peticiones. De lo contrario, como se señala en el caso mexicano, se asiste a un proceso de condicionamiento y control por parte del poder central a estos importantes entes de participación, lo cual en modo alguno puede ser positivo. 

Estos autores refieren, por ejemplo, cómo el sindicalista Fidel Velázquez capitaneó la Confederación de Trabajadores de México (CTM) casi que de por vida, poniéndola al servicio de los intereses del PRI, apalancándose en un entramado de favores gubernamentales, corrupción y potenciamiento del liderazgo personalista dentro de la institución. 

Velázquez and the CTM came to symbolize everything that was wrong with the mexican labor movement: its capture by leaders with absolute and seemingly perpetual dominance, its flourishing corruption and personalism, and its tendency to sacrifice the interest of union members at the President’s behest (…) (Levy & Brubn, 1999, p.528).

b)      El pasado no democrático y la tendencia autoritaria en México

Tal y como hemos revisado y constatado en casos de estudio anteriores, en varios países de Latinoamérica la inviabilidad de la democracia liberal como modelo obedece en buena medida a la tradición autoritaria que han heredado estas naciones de su pasado colonial; tradición que en todo caso determina buena parte del curso de la historia que se ha escrito a posteriori y donde las falencias de la democracia se hacen patentes. 

En México el establecimiento de un régimen plenamente democrático siempre fue difícil: por una parte se hereda buena parte de la cultura autoritaria proveniente de la monarquía española y por la otra la propia del “caciquismo” o la forma despótica como se conducían algunos jefes aztecas. 

Resaltan los autores que de hecho México nunca tuvo un experimento de democracia liberal moderna que funcionara, a diferencia de lo ocurrido en países como Venezuela o Argentina (p. 556). En este sentido se destaca que lo más cerca que se ha estado de experimentar una democracia moderna en dicho país fue en el período de La Reforma (1855-1876). En este lapso, capitaneado la mayor parte del tiempo por Benito Juárez, México experimentó libertades civiles, elecciones, crecimiento económico, movilidad socioeconómica y educativa, estabilidad política y el imperio de la Ley. (Ibídem, p.524)

 El "Benemérito" Benito Juárez

Sin embargo, resulta paradójico que en el caso mexicano -al menos desde el triunfo de la revolución y el establecimiento del PRI como partido gobernante- el tinte autoritario de los gobernantes haya sido atenuado por el hecho de que éstos han sido solamente civiles, subsumiendo a los militares a sus funciones de cuartel. Así, este autoritarismo-civil, ha sido capaz de brindar una estabilidad política considerable a un país que no experimentó golpes de Estado ni gobiernos militares cuando éstos eran moneda de curso corriente  en la mayoría de los países de Latinoamérica.

In fact, in México many factors associated with democracy stability promoted a civilian authoritarian rule that managed the most impressive political stability in all of Latin America regardless of regime type. No other major Latin America nation has sustained civilian rule throughout the postwar period: Mexico’s predates that period (…) (Levy, Brubn, 1999, p.521).

c)       La censura a los medios de comunicación 

Un elemento harto importante en la edificación de una democracia moderna es la existencia de medios de comunicación libres y plurales, en tanto éstos se erigen como una suerte de vigilantes de la gestión pública y permiten abonar el terreno en lo referente a la rendición de cuentas que deben hacer los políticos de su actividad de gobierno. 

En el caso mexicano la actividad de los medios de comunicación estuvo severamente restringida y condicionada por muchas décadas: censura, auto-censura, persecución a periodistas y chantajes por prebendas figuran como aspectos negativos que caracterizaron la actividad periodística en dicho país durante el período al que hacemos referencia en este análisis. 

El eslabón de la libertad para ejercer la actividad periodística dentro de los medios de comunicación -que opera dentro de la dimensión “Civil Society and Associational Life” enunciada por Hartlyn, Diamond, Linz y Lipset- es junto a las organizaciones civiles y sindicales uno de los que se ven más fuertemente penetrados por el Estado mexicano durante esta etapa, comprometiendo así la transparencia de la información que se divulga a través de estos medios y a la vez limitando la capacidad de los mismos para vigilar la gestión pública de los gobernantes de turno. Esto, en último término perjudica a los ciudadanos, en tanto se les oculta información y además distancia a los gobernantes de la necesaria rendición de cuentas vertical y horizontal necesaria para hacer que la democracia funcione. 

These points about societal freedom –its limits and its growth- are further illustrated by analysis of the media and public debate. Outright repression and censorship exist. Reporters have been intimidated and even killed. More often, there has been self- censorship, encouraged by overlapping elite interests in “macro” orientations such as growth and stability and reinforced by “micro” tools such as dependence on government advertising revenue, control over the supply of inputs such as paper, and supplemental state stipends to friendly reporters (Levy, Brubn, 1999, p.532).

d)      la instauración de una hegemonía monopartidista y la tendencia al presidencialismo centralista

Este aspecto, operante sobre la dimensiones de las “Political Institutions” (partidos políticos, sobre todo) y a la vez en la del “State Structure and Strength”, es quizá el que deja en mayor evidencia las falencias de la democracia mexicana. 

El Partido de la Revolución Institucional –incluyendo a sus organizaciones antecesoras- ganó las elecciones Presidenciales en México de manera continua, gobernando desde 1929 hasta el año 2000, cuando perdió la primera magistratura frente al candidato del conservador Partido Acción Nacional (PAN), Vicente Fox. Esto no tiene parangón en ningún otro país de América y posiblemente del mundo. 

Ahora bien, las sucesivas victorias del PRI se prestaron en no pocas ocasiones a cuestionamiento debido a denuncias de supuestas irregularidades electorales en las que incurría el partido para conseguir la victoria en las urnas.  Así pues, el PRI se convirtió –apalancado en su capacidad de penetrar en vastos sectores de la sociedad mexicana- en quizá el único centro de acción política del país por muchas décadas,  con todos los riesgos y vicios que esto comporta. De hecho, en la Elección Presidencial de 1976 el candidato priista concurrió a las urnas sin rival alguno, en tanto la oposición veía que el sistema y árbitro electorales estaban permeados  en tal medida por el partido oficial que era virtualmente imposible ganarles una elección.

Un caso paradigmático de irregularidades lo constituye la elección presidencial de 1988, donde en pleno recuento de los votos por parte del organismo electoral mexicano, la plataforma sobre la que estaba montada el sistema experimentó una súbita caída, hecho que dirigentes opositores al PRI calificaron como una muestra evidente de amañamiento en el conteo. El resultado de esta elección determinó que el ganador era Carlos Salinas de Gortari, del PRI. Salinas derrotaba en aquél entonces a Cuauhtémoc Cárdenas del recién fundado e izquierdista Partido de la Revolución Democrática (PRD) y a Manuel Clouthier del PAN.


El expresidente Carlos Salinas de Gortari


La instauración de la hegemonía de un solo partido en el gobierno, es a nuestro modo de ver, perjudicial en muchos sentidos, en tanto produce el enquistamiento de grupos en el poder y contraviene un valor esencial de la democracia como es la alternancia en las posiciones gubernamentales. Esto es más peligroso aún si este grupo político tiene visos autoritarios y busca permear esferas propias de la sociedad civil, tales como sindicatos y medios de comunicación.
Otro rasgo importante sobre la estructura adoptada por el Estado mexicano durante nuestro período de estudio es el Presidencialismo con tendencia a centralizar la toma de decisiones y por ende el poder. 

The structural reality of Mexico’s undemocratic civilian rule has been overwhelmingly centralized. Mexico’s has been a presidential system with only limited roles for the judiciary, the legislature, and state and local governments (Levy, Brubn, 1999, p.555).

Esto deja entrever el alto grado de dependencia de los gobiernos locales con respecto al poder central encabezado por el Presidente de la República. De allí que quien controlara la primera magistratura prácticamente podía condicionar el resto de la vida política del país. 

La tendencia a la centralización del poder en México no es fortuita, en tanto representa una solución (si es que así puede calificársele) al problema de los caudillos regionales que resquebrajaron la paz y la estabilidad política del país durante el Siglo XIX. Así pues, Levy y Brubn recuerdan lo difícil que resultó para el liderazgo político mexicano establecer un gobierno central que diera cierto criterio de unión al país:

 Mexico failed to establish stable central government until the late nineteenth century under Porfirio Díaz. Following the turmoil of the revolution and even into the 1930’s regional and village strongmen ruled outside the grasp of Mexico City. (Ob. Cit, p.534)

e)      La existencia de clivajes producidos por grandes desigualdades económicas y sociales entre los mexicanos.

Aún y cuando México desarrolló etapas de crecimiento económico considerables durante la etapa de estudio que referimos, no es menos cierto que dicho crecimiento no se tradujo en una política de distribución del ingreso que contemplara el beneficio por igual para todos los sectores de la sociedad mexicana. Este hecho, sin embargo, no llegó a desencadenar episodios de violencia tales como golpes de Estado o explosiones sociales, tal y como ocurrió en otros países del continente (aún y cuando coadyuvó a la aparición de grupos guerrilleros como los “Zapatistas”, que posteriormente fueron erradicados).   

Key hypotheses on class structure and cumulative cleavages do not suggest favorable conditions for democracy in Mexico. The distribution of wealth is terribly unequal (Levy & Bruhn, 1999, p. 552)

La particularidad de la sociedad mexicana recae en que los sectores más desfavorecidos son, tradicionalmente vastos grupos indígenas que viven en comunidades rurales. Estos sectores, como recalcan Levy y Bruhn, fueron tradicionalmente marginados y lograron cierta inclusión política y consideración con la llegada de la Revolución (p.553). 

Coincidimos con la visión que contempla que el crecimiento económico per sé no hace exitoso al régimen democrático. Para que esto sea así es necesario que la distribución de la riqueza a través de programas orientados a fortalecer la educación y la sanidad públicas –por ejemplo- encamina al régimen democrático a su concepción verdaderamente democratizadora de todos los ámbitos de la vida, al tiempo que reduce las fricciones y clivajes que podrían ponerlo en riesgo y en cuestionamiento. En el caso mexicano, donde la población indígena es tan numerosa, resulta terrible que la distribución del ingreso no alcance a estos sectores. 

En definitiva, la semi-democracia mexicana se caracteriza por muchos factores, pero en nuestro criterio son cinco los que tienen mayor peso para definirla: a)El proceso de cooptación de los sindicatos, b)El pasado no democrático y la tendencia al autoritarismo en México, c) La censura a los medios de comunicación, d) La instauración de una hegemonía monopartidista y el presidencialismo centralista y e) La existencia de clivajes producidos por grandes desigualdades económicas y sociales entre los mexicanos. 


Bibliografía

Diamond L, Hartlyn J, Linz J & Lipset S. (1999). Democracy in developing countries. Colorado: Lynne Rienner. 


Nehomar Adolfo Hernández (*)

(*) Paper elaborado para el seminario "Las democracias en América Latina" dictado por el Profesor Adolfo Vargas en la maestría en Ciencia Política de la Universidad Simón Bolívar. Caracas-Venezuela

domingo, 15 de diciembre de 2013

La construcción de la estabilidad democrática en Argentina: una revisión a los gobiernos de Raúl Alfonsín y Carlos Menem (1983-1999)



 
Raúl Alfonsín


La historia de Argentina, al igual que la mayoría de los países de América Latina, estuvo signada por gobiernos militares durante buena parte del siglo pasado.  Ahora bien, luego de un tortuoso tránsito –que implicó la ruptura del orden constitucional en reiteradas ocasiones a través de la figura del golpe de Estado- que arranca en 1930 y concluye en 1983 este país logró, a trompicones, solidificar el sistema democrático del que hoy disfruta. Así pues, a la luz del trabajo de Carlos Waisman “Argentina: Capitalism and Democracy”, podemos afirmar que los gobiernos de Raúl Alfonsín y Carlos Menem (1983-1999) fueron vitales para la implantación de la democracia en dicho país. Aún y cuando no cumplieron al pie de la letra con todos los principios que presupone un gobierno democrático, auspiciaron reformas e introdujeron cambios al sistema que terminaron ampliando el régimen de libertades políticas y económicas a favor de la ciudadanía, y por ende afianzando la democracia en Argentina. 

De entrada resulta indispensable bosquejar los elementos que forman parte esencial de un régimen democrático, y para ello nos hacemos del listado que provee Walter Montenegro en su obra: “Introducción a las doctrinas político económicas” (1982, pp 64-65), a saber:

a) El sufragio o voto popular a través del cual todos los ciudadanos pueden elegir a sus gobernantes, como un ejercicio de soberanía.

b) Una Constitución y un cuerpo de leyes que delimiten claramente las funciones del Estado, de manera que éste no tenga un poder desmesurado y que además de ello el individuo esté protegido contra eventuales abusos Estadales. 

c) La división de poderes dentro del Estado en: Legislativo, Ejecutivo y Judicial 

d) La vigencia de principios fundamentales e inviolables que son inherentes a la condición humana: la libertad de pensamiento, de reunión, de asociación y de tránsito, así como las medidas que buscan garantizar la vida y la igualdad (presuponemos que la de tipo político).

Partimos pues, de la reflexión de Waisman, quien sobre el caso de la democracia argentina afirma: 

(…) Constitutional Legality was interrupted by a military coup in 1930; from that year to 1983, Argentine politics was an unstable succession of military, populist-corporatist, and restrictive democratic regimes (Waisman en Diamond, Hartlyn, Linz & Lipset, 1999, p. 74)     
                    
La llegada a la Presidencia de Raúl Alfonsín en 1983 significó el enrutamiento definitivo de la sociedad argentina hacia la democracia como régimen político y como forma de vida. Alfonsín, un militante del partido centro-izquierdista Unión Cívica Radical (UCR), accede al poder luego del oscuro período de una dictadura militar que dejó miles de asesinatos y desapariciones como consecuencia de la persecución y la represión política. 

Tal y como afirma el propio Waisman (Ibid, p.97) Alfonsín asume el gobierno en medio de una crisis terrible: inflación de 3 dígitos, estancamiento económico y un largo período precedente de gobiernos con tinte autoritario. Sin embargo, lo que en definitiva sitúa a Alfonsín como pilar fundamental en la institucionalización de la democracia en Argentina son dos elementos: un compromiso sincero tanto propio como de su partido en lograr instaurar un modelo de democracia liberal en el país y dar un giro hacia la moderación y la apertura política (para desvincularse del radicalismo  propio de gobiernos como el de la Dictadura Militar o el precedente, de Juan Domingo Perón y su viuda).

El mayor mérito de Alfonsín en la institucionalización de la democracia fue el de subsumir el poder militar (acostumbrado por décadas a dar golpes de estado en dicho país) al poder civil. De hecho, en el criterio de Waisman (Ibid, p.99) un paso fundamental para asentar el sistema democrático en Argentina fue el dado por el enjuiciamiento a los militares que habían cometido crímenes durante la era de la Dictadura, haciendo prevalecer el imperio de la Ley a ojos de la ciudadanía, que además se movilizó masivamente para respaldar esta medida y abogar por la defensa de la Constitución. Recordemos que el respeto y aplicación de la Ley es un aspecto harto importante para Montenegro al momento de hablar de elementos que son indispensables en una democracia. 

Además de ello, otros aspectos enunciados por Montenegro –y que hemos recordado más arriba- caracterizaron también el ejercicio de la Presidencia de este militante de la UCR y fueron determinantes a la hora de consolidar la democracia argentina: la separación de poderes, el respeto a las libertades ciudadanas y el sometimiento a elecciones de las fuerzas políticas para poder obtener el poder. La afirmación anterior se patentiza en el hecho de que, durante la gestión de Alfonsín, el antiguo peronismo -que muchas veces había dado señales de no compartir algunos valores de la tolerancia y el pluralismo político-, termina por convertirse definitivamente en una organización política (El Partido Justicialista) comprometida con las reglas de juego democráticas y accede al poder en 1989 mediante unas elecciones libres en las cuales Carlos Menem derrota al candidato de la UCR, Eduardo Angeloz. Menem asumiría el gobierno por anticipado, puesto que Alfonsín debió renunciar en medio de una crisis inflacionaria. 

Ahora bien, el hecho en sí mismo, donde un Presidente que había ganado unas elecciones (Alfonsín), le hace entrega a otro que también había conseguido la mayoría de los votos en unos comicios libres, siendo de oposición (Menem) no se producía en Argentina desde principios del siglo XX, e ilustra bien el peso que tiene este momento histórico en la construcción del juego democrático en este país sudamericano.

La llegada de Carlos Menem al poder en 1989 significará a su vez una oleada de cambios que quedaron pendientes en la gestión de Alfonsín, a saber: la reforma y liberalización de la economía argentina. Si bien el Presidente Alfonsín dio piso al sistema democrático a través de la adopción y puesta en práctica de elementos del liberalismo político (elecciones libres, división de poderes, imperio de la Ley, respeto al pluralismo), su gobierno no tomó la resolución de introducir cambios dentro del tradicional proteccionismo económico imperante en Argentina desde que se constituyó como República en el siglo XIX. Menem, quien paradójicamente fue el primer Presidente de la corriente Justicialista electo por votación popular, fue quien realizó el programa de privatización y apertura hacia los mercados económicos mundiales que dio al traste con el sistema económico neo-mercantilista (Waisman, Ibid, p.100) que fue bandera durante los gobiernos populistas de Perón y que a su vez convirtió las crisis inflacionarias en un problema de nunca acabar en la Argentina:

Once in power, though, Menem executed the most dramatic turnaround in Argentinian politics in this century. He embarked on a policy of orthodox adjustment and gradually moved toward radical economic liberalization (…) (Idem.)         

 Carlos Saúl Menem

Mediante esta apertura económica Argentina logró resolver el problema inflacionario legado por gobiernos anteriores, a la vez que obtuvo un crecimiento económico extraordinario, abonando aún más el terreno para la institucionalización de la democracia en el país.

A pesar de que el gobierno de Menem es cuestionado por escándalos de corrupción y fallas en la división de poderes (Menem gobernó mediante decretos e intervino de alguna forma en la composición de la Corte de Justicia Argentina, por ejemplo), Levitsky le atribuye una importancia de primera línea en la consolidación de la democracia argentina:
 During this more recent period, elections and civil liberties were institutionalized, the military disappeared from the political scene, and macroeconomic stability was achieved for the first time in decades. (Levitsky en Domínguez & Shifter, 2003, p.244)
De hecho, el nivel de estabilización de la democracia argentina se patentiza en el mismo hecho de que, cuando Menem intenta quebrantar la Ley para ir por una segunda reelección Presidencial en 1999, la Corte de Justicia (donde se decía que tenía fichas leales a él) le impide hacerlo. Esto evidencia un crecimiento institucional importante en un país que trata de cimentar su democracia de manera definitiva.
El propio Levitsky hace alusión al nivel de estabilidad que había cobrado para entonces el sistema, remitiéndose para ello a las elecciones donde el Justicialismo sale derrotado por Fernando De la Rúa, candidato del partido opositor Unión Cívica Radical:
When Carlos Menem left the presidency, Argentine democracy was more stable than at any time in the country’s history (…) The 1999 electoral process was a highly routinized affair. The president-elec, Alliance candidate Fernando De La Rúa, was a career UCR politician, and established party politicians captured nearly all of the country’s governorships (Ibídem, p.254)
En conclusión, a través de la revisión que hemos hecho podemos afirmar que los gobiernos de Raúl Alfonsín (UCR) y Carlos Menem (PJ) fueron  -a pesar de las críticas a las que haya lugar- los que institucionalizaron el sistema democrático imperante en la Argentina de nuestros días. Así pues, el período comprendido entre 1983 y 1999 transformó a la sociedad argentina en la medida en que se acometieron reformas en el campo del pluralismo político y la apertura económica tan necesarias para la buena marcha de las sociedades democráticas.   

Nehomar Adolfo Hernández (*)
BIBLIOGRAFÍA



Diamond L, Hartlyn J, Linz J & Lipset S. (1999). Democracy in developing countries. Colorado: Lynne Rienner.
Montenegro, W. (1982). Introducción a las doctrinas político-económicas (3era Ed). México: Fondo de Cultura Económica.
Domínguez, J & Shifter, M. (2003). Constructing Democratic Governance in Latin America (2da Ed). Baltimore: The John’s Hopkins University Press.
 

(*) Paper elaborado para el seminario "Las democracias en América Latina" dictado por el Profesor Adolfo Vargas en la maestría en Ciencia Política de la Universidad Simón Bolívar. Caracas-Venezuela.