¿Qué es la política?
Cuando emprendemos cualquier estudio
vinculado con la política, lógicamente un aspecto fundamental que determina el
éxito que podamos tener en dicha tarea recae en el hecho de precisar y entender muy bien de qué estamos
hablando al momento de referirnos a esta expresión. Tanto más cuando la escasa
comprensión sobre lo que implica tal palabra algunas veces genera distorsiones
en el imaginario colectivo; falsas suposiciones que, en ciertas ocasiones,
tienden a hermanar el término "política" con todo lo malo que se
pueda esperar del hombre.
En tal sentido, y con el el propósito de hacernos de una noción básica de la política, la definición aportada por Manuel García-Pelayo en su "Idea de la Política" (1999) nos resulta de una utilidad inconmensurable. En dicha obra, este connotado académico español delimita con gran precisión el asunto, circunscribiéndolo a la "aspiración a participar en el poder o a influir en su distribución, sea entre Estados, sea, dentro un Estado, entre los hombres incluidos en él" (p.13).
De
esta concepción que tiene García-Pelayo se desprende que, naturalmente, las
actividades propias de la política derivan de la cuota de participación e
influencia que pueda tener un individuo (inserto en la vida en comunidad) al
momento de poder decidir cómo se conducen los asuntos públicos de la parroquia, municipio, estado o país en el que habita
(nótese que en este caso hacemos alusión a las unidades de división
político-territoriales utilizadas en Venezuela, pero lo mismo aplica a
cantones, distritos, condados o a las distintas unidades que son empleadas en
otras latitudes del mundo). Fijada esta idea, es evidente que la discusión
sobre lo que es político gira en
torno a aspectos sumamente inmediatos a cualquier persona que, como es normal
en la vida humana, genere interacciones con sus semejantes dentro de un
determinado espacio físico; de allí que, tal y como se ha señalado siempre, lo
político tiene una vinculación -en
extremo difícil de romper- con lo social.
Así
pues, el quehacer político involucra a colectivos humanos, comprometiéndolos en
la toma de decisiones que afectan positiva o negativamente las metas o fines
que éstos tengan a bien plantearse como unidad. Estas lineas maestras -o fines
que se plantea cada sociedad- abarcan un amplio abanico de aspectos inherentes
a la vida de quienes conforman este corpus social: la orientación del modelo
económico a seguir, las manifestaciones culturales aceptadas, las leyes que
establecen lo permitido y lo prohibido dentro de una comunidad, entre muchos
otros elementos.
El
propio García-Pelayo (1999) indica que, a grandes rasgos, a lo largo de la
historia de la humanidad puede distinguirse entre dos visiones de la política:
una que apunta fundamentalmente a la lucha por el control del poder y por ende
se concibe en términos de establecer relaciones entre gobernantes y gobernados (donde
unos imponen su voluntad a los otros); y por otra parte, también es admisible
contemplarla como un mecanismo para aspirar a la paz y el orden social, donde
el elemento clave es la búsqueda de la justicia (pp. 6-7).
En
conclusión, el ámbito de la política siempre estará situado allí donde bien los
individuos o bien los grupos humanos -movidos por una serie de motivaciones
propias- busquen dirimir en la esfera pública sus conflictos. Estas
confrontaciones, a veces canalizadas a través de la violencia física y otras
tantas matizadas a través del diálogo, persiguen la conquista de espacios en los niveles de decisión que se pueden
tener para determinar el destino de un colectivo. Son ejemplos de la búsqueda
del poder que hemos descrito: los conflictos armados que se dan entre países
(situación violenta) y las pugnas electorales que se dan entre partidos
políticos en un determinado país para acceder a cargos de elección popular
(situación no violenta).
La política y la búsqueda de lo justo
Resulta difícil deslindar la
búsqueda de la justicia del campo de acción de la política, tanto más cuando la
tradición inaugurada por los filósofos griegos asoma que, por encima de muchas
otras cosas, el ejercicio de lo político tenía como objeto fundamental
garantizar la prevalencia de lo bueno y lo virtuoso dentro de la polis, ergo el
objetivo apuntaba a aproximarse a lo que era justo para sus ciudadanos.
En
esencia, esta visión de la política como mecanismo para lograr la justicia se
sustenta en lo que indica Sartori (2008) desde el punto de vista del análisis
del discurso de los griegos, el cual afirma que contampla un profundo
componente ético que es posible
detectar especialmente en los trabajos de Platón (p. 237). Sin embargo, con el
tránsito a la entrada en escena del Estado
como estructura fundamental de la política y la aparición de una relación
vertical entre quien detenta el gobierno y quien, logicamente, es gobernado (bandera fundamental del pensamiento de
Maquiavelo) la noción de lo justo como fin último de la política se verá
trastocada en cierta medida. De acuerdo a esta nueva concepción la valoración
no oscilará entre lo bueno y lo malo, sino que se centrará en la búsqueda de
los mecanismos que permitan la conservación del poder y que a la vez logren
hacerlo funcional y efectivo, en una
relación donde existen gobernantes y
gobernados.
Ahora bien, para entender a qué nos referimos resulta provechoso hacerse de la definición que esgrime García-Pelayo (1999), que amplía la noción general que podamos tener sobre lo justo asociado solamente a la visión básica de lo bueno y lo malo. Es caracterizada por dicho autor como sigue:
La pretensión de realizar imperativamente,
es decir, en general por la vía jurídica,
un sistema axiológico, concepción que no contradice el concepto tradicional de justicia, sino que más bien lo perfecciona en cuanto que proporciona un standard de lo que es
cada uno y la jerarquía de objetivos hacia los
que ha de tender la comunidad política. (p.21)
De
allí se deriva la reflexión de que la justicia va más allá de la dualidad
simplista de la concepción bueno-malo que cada quien pueda tener, puesto que
producto de la evolución histórica del pensamiento la búsqueda de lo justo se
verá luego vinculada a la creación de un ordenamiento jurídico que permita reglamentar mediante la ley ¿qué es lo que definitivamente debe
aceptarse y qué es lo que por ningún motivo puede aceptarse? en función de las
particulares aspiraciones y modos de vivir de cada sociedad.
Así pues, el propio García-Pelayo refiere que la relación entre la política y la justicia en nuestros días puede bosquejarse, en alguna medida, en los términos en los que Schiller planteó el asunto y que, palabras más, palabras menos, asumen el hecho de que la actividad política se vincula con la búsqueda de la conquista del poder, para que una vez que éste haya sido tomado se implante en los gobernados una noción de justicia. Esto es, en resumen, generar una serie de objetivos que dicha sociedad asume como propósito a realizar, dentro de unos esquemas que delimitan cuáles son las actuaciones permitidas y las no permitidas para lograrlo.
Nehomar Adolfo Hernández
Bibliografía
GARCÍA-PELAYO, M (1999). Idea de la
política. (6ta Ed.). Caracas: Fundación Manuel García-Pelayo.
*Trabajo realizado para la asignatura "Elementos para el análisis político" de la maestría en Ciencia Política en la Universidad Simón Bolívar (USB)
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