miércoles, 25 de marzo de 2015

El gobierno chavista, post-chavista y la colonización militar del Estado




Corría el año 1998 en Venezuela y una de las promesas centrales de la campaña presidencial del candidato Hugo Chávez era la de reducir el burocratismo y el –considerado por él- excesivo número de carteras ministeriales que existían para la fecha en nuestro país. Juzgaba pues el Teniente Coronel que el aparato gubernamental venezolano se había tornado ineficiente, pesado, corrupto y cada vez más alejado de las necesidades reales del ciudadano común.

A finales de ese año Chávez ganó los comicios presidenciales y luego, contraviniendo su queja/promesa de campaña, comenzó paulatinamente a crear nuevos Ministerios y, además de ello, a designar como jefes de cartera a funcionarios activos y retirados de la Fuerza Armada Nacional Bolivarana (FANB).

Paralelamente a esto, Chávez concedió a nuestros militares la posibilidad de expresarse políticamente en las urnas, al eliminar de la Constitución Nacional todo el articulado referente a la subordinación de los militares al poder civil en Venezuela; otorgándoles además derecho al voto en todas las elecciones de funcionarios públicos. Se quebraba así la tradición -al menos en cuanto a la ley respecta- no-deliberante de nuestra Fuerza Armada Nacional establecida en décadas precedentes. 

Durante su gobierno, Hugo Chávez fue incorporando paulatinamente a militares activos o retirados a puestos estratégicos del manejo del Estado. Ahora bien, avancemos un poco la película: el Teniente Coronel falleció en 2013 y designó como sucesor a Nicolás Maduro Moros, un civil que, habiendo ganado por estrecho margen las elecciones de abril de 2013 (y esto todavía está en entredicho), no ha desmontando en lo absoluto el gigantesco aparato estatal de la administración pública que le legara Chávez. De hecho, siendo civil, poco ha hecho Maduro para devolver a los militares a sus cuarteles. Por el contrario, ha designado en puestos clave de la administración pública y de la dirección del Estado venezolano a individuos venidos de las filas militares. Basta decir que, en la circunstancia actual, donde Venezuela atraviesa una severa crisis económica, aderezada además con una fuerte escasez en la producción y distribución de alimentos, el Ministerio del Poder Popular para la Economía, Finanzas y Banca Pública recae en manos del General Rodolfo Marco Torres, al tiempo que el Ministerio del Poder Popular para la Soberanía Alimentaria está en poder de otro militar: el Teniente Coronel Yvan Bello Rojas. 

Un trabajo publicado por el Diario ABC de España el 13 de febrero de 2015, retrata a profundidad la situación de la distribución de los Ministerios en el gobierno que encabeza Nicolás Maduro: 

El Ejército tiene una fuerte presencia en el Ejecutivo de un régimen que, no puede olvidarse, hunde sus raíces en una conspiración militar y en el apoyo popular que sus promotores supieron granjearse. Son media docena los miembros de la Fuerza Armada Nacional (FAN) con asiento en el Gobierno.

Amén de esto, es imposible obviar que otros espacios de poder regional y municipal (como buena parte de las gobernaciones de Estado y Alcaldías) también se encuentran hoy en manos de militares. Esto remite a lo que algunos de los estudiosos de la materia que tiene el país, como el Profesor Luis Alberto Buttó, han denominado como una “colonización militar” de la administración pública; ergo, un proceso en el que el núcleo central del aparato de gobierno está dirigido por militares, siendo que, en condiciones normales, estos puestos deberían estar bajo el mando de civiles. 

Bajo este mismo razonamiento, por ejemplo, Maduro creó en abril de 2013 las Regiones Estratégicas de Desarrollo Integral (REDI), organismos gerenciados por oficiales militares de alto rango y que dividen administrativamente al país en zonas de desarrollo donde la gestión de gobierno es monitoreada por -oh sorpresa- estos funcionarios.

En resumen, la “alianza cívico-militar” instaurada por Chávez a principios de su gobierno ha ido acrecentándose a tal punto de que, en los tiempos que corren, Nicolás Maduro no tiene empacho alguno en admitir públicamente que los asuntos de importancia del gobierno venezolano son dirimidos y canalizados mediante una suerte de petit comité denominado como el “Alto Mando político-militar de la revolución”. 

No hay cadena de radio y televisión en la que Maduro no aparezca flanqueado por hombres de verde oliva. No hay momento en que el Presidente Obrero deje de decir cosas como: “los militares están con el gobierno” (¿No será más bien que los militares SON el gobierno?). De igual forma, los escándalos de lavado de dinero, compra de suntuosas propiedades en países del primer mundo, vinculaciones con carteles de la droga y todas las formas de corrupción habidas y por haber, no dejan de salpicar a militares que detentan o han detentado cargos gubernamentales en los últimos años.

Al final del día, todo parece indicar que Maduro no puede tomar decisiones de manera autónoma. Debe, como el equilibrista de circo, vigilar cuidadosamente cada paso. No vaya a ser que en una de esas le termine pisando un callo a unos militares que, desde la dictadura de Marcos Evangelista Pérez Jiménez, no habían gozado de tantos privilegios personales y de una injerencia tan directa en las decisiones de gobierno…

Nehomar Adolfo Hernández

@Neoadolfo

viernes, 9 de enero de 2015

Tres declaraciones infelices y el “país virtual”




Primera: aparece la Autoridad Única Nacional para la Simplificación de Trámites y Permisos (sí, el cargo existe), Dante Rivas, señalando a través de Twitter que, aquellos que osaran preferir la comida importada sobre los alimentos de origen nacional, tenían todo el derecho de consumirla pero, eso sí, que lo hicieran utilizando sus propios dólares y no con las divisas de todos los venezolanos. Rivas, que evidentemente quería hacer una morisqueta justificando la sustitución de las tradicionales papas fritas de una reconocida cadena de establecimientos de comida rápida por yuca frita, terminó saliendo con las tablas en la cabeza. Y es que el ex aspirante a Alcalde de Porlamar (derrotado) parece olvidar que al día de hoy las estimaciones más modestas señalan que en nuestro país por lo menos la mitad de las cosas que nos comemos vienen de afuera. Aquel individuo que por años se había granjeado la reputación de gerente eficiente y dirigente chévere del chavismo ya como que no es tan buena nota…

Segunda: entra en escena un entonces para mí desconocido Ministro de Alimentación, Yván José Bello Rojas, afirmando ante las cámaras de un canal internacional de noticias que durante los 15 años que ya totaliza el chavismo en el poder se ha incrementado la producción en varios rubros alimenticios y que, además, en Venezuela no se está restringiendo el consumo al comprador, sino que, por el contrario, se busca distribuir los alimentos de forma “equitativa”. El Ministro coronó su aparición en televisión ese día refiriéndose con sorna al tema de las interminables colas que ya son una constante en las calles de todas las ciudades de la geografía nacional, al punto de indicar que la cola es algo normal, porque cuando él va al stadium de béisbol se cala una cola interminable para poder ver el juego de pelota. ”Tuvimos una Cuarta República que le hizo mucho daño al pueblo” se atrevió a aseverar el Ministro aquel día. Se rompió el coco con tanta creatividad.  

Tercera: aparece como colofón de esta historia el Jefe del Gobierno de Distrito Capital, Ernesto Villegas, afirmando que los “hijitos de Papá” escondieron y encarecieron los alimentos y ahora, de paso, a estos deleznables personajes les ha dado por “infiltrar las colas” buscando el fin malsano de provocar en el pueblo actitudes violentas que lleven a la guarimba y a la desestabilización. Es decir, según el ex aspirante a Alcalde Mayor de Caracas (derrotado) habría una serie de personas que se estarían dedicando a permanecer medio día bajo el sol (fungiendo de teja, pues) en una cola para, desde allí y masoquismo mediante, producir un estallido social.

Cuando José Vicente Rangel se desempeñó como Vicepresidente de la República -durante la primera hora del chavismo en el poder- acuñó la teoría del “país virtual”; aquél que según el antiguo candidato presidencial de la izquierda venezolana prefabricaban los medios de comunicación opositores al gobierno  -especialmente la vieja Globovisión- para reflejar situaciones que no se correspondían con la realidad de tranquilidad, prosperidad y sosiego que por aquel entonces transitaba el país. Llegó a decir José Vicente que las masivas protestas de calle en contra del Presidente Chávez que se escenificaban en las pantallas de los medios de comunicación privados eran infladas mediante softwares informáticos, creando en los televidentes percepciones erradas de la realidad.

Hoy por hoy el país real de José Vicente, ese donde todo es felicidad y lo demás son mentiritas de unos señores que se han ensañado contra un gobierno que hace las cosas de manera impecable, parece haberse instalado en el cerebro de funcionarios como Rivas, Villegas y Bello. A nosotros, los que no formamos parte de la nomenklatura chavista, nos toca calarnos las colas para comprar cualquier tontería y también, la matazón que ya es un ritual en esta Venezuela venida a menos, en este “país virtual” que en mala hora se nos ocurrió inventar a nosotros los opositores desconsiderados.

Como dice la canción de Sabina: “Quiero mudarme hace años al barrio de la alegría, pero siempre que lo intento ha salido ya el tranvía…” ¿Cómo hago para vivir en el paraíso terrenal de José Vicente, Dante, Villegas y compañía? ¿Cómo hago?. 




Nehomar Adolfo Hernández

Fotos: El Mundo