jueves, 27 de diciembre de 2012

La ausencia del Líder ¿El fin del proyecto?: Hugo Chávez y el destino de la Revolución Bolivariana en Venezuela


Luego de haber vencido en los comicios presidenciales del 7 de octubre de este año -al contar con el voto de algo más de 8 millones de venezolanos- y tras una ausencia del país prolongada por varios días y que había dejado el campo abierto a la especulación y la rumorología, el sábado 8 de diciembre reapareció el Presidente Chávez en el Palacio de Miraflores en una cadena de radio y televisión que tenía como propósito anunciarle a los venezolanos los quebrantos que venía presentando su salud en las últimas semanas.



Así pues, flanqueado por Nicolás Maduro (Vice-Presidente de la República) y Diosdado Cabello (Presidente de la Asamblea Nacional y Vice-Presidente del Partido Socialista Unido de Venezuela), se presentaba el Comandante Hugo Chávez ante la opinión pública ese sábado con tres objetivos fundamentales, a saber: 

1) Rendir cuenta del  más reciente tratamiento al que se había sometido en la Isla de Cuba, mediante la aplicación de oxígeno a través de una cámara hiperbárica, todo ello ante la aparición de molestias y dolores importantes en la zona de donde se leextrajo el tumor cancerígeno que ha venido aquejando su salud desde hace más de 1 año y medio (junio de 2011).
               
2) Informar que paralelamente a las sesiones de terapia con dicho tratamiento se había sometido a una serie de exámenes muy exhaustivos, en los cuales se habría determinado que se produjo una reaparición de algunas células cancerígenas en su cuerpo, por lo que era indispensable que la Asamblea Nacional le aprobase un permiso para estar fuera del país por más de 5 días, en tanto y en cuanto era necesario que volviese a la Habana para someterse a un nuevo procedimiento   quirúrgico.

3) Poner sobre el tapete la posibilidad de que el proceso de recuperación post-     operatoria, en vista de la magnitud que reviste la nueva cirugía, podría impedir que estuviese presente en el acto de juramentación ante la Asamblea Nacional para asumir el nuevo período de gobierno, acto previsto a ser llevado a cabo el 10 de   enero próximo. Sobre este último escenario Chávez se adelantó a cualquier elucubración y dejó claro que ante la imposibilidad de seguir ejerciendo el poder desde la silla presidencial el elegido para continuar la gesta revolucionaria era, naturalmente, el Vice-Presidente Nicolás Maduro. 

La designación de Chávez revive así la vieja polémica que varias veces se ha ventilado sobre los grupos de poder internos que coexisten dentro del llamado "chavismo". Por años se ha aludido a la supuesta existencia de múltiples facciones que conviven -a veces a trompicones- dentro de las filas rojas, siendo la lealtad y el culto a la figura de Hugo Chávez como líder único y símbolo de la revolución bolivariana el único elemento que logra aglutinarles en torno a un objetivo en común; sin embargo, sin caer en las honduras de la especulación sobre los posibles intereses y particularidades que cada subgrupo pudiera encerrar, estamos en presencia del hecho innegable de que cohabitan en el chavismo al menos dos grandes grupos: el de los civiles y el de los militares.

Recordemos pues, que la construcción de la plataforma política que lleva a Chávez al poder por primera vez en las elecciones presidenciales 1998, el Movimiento Quinta República (MVR), se apalanca precisamente en estos dos grandes grupos: por una parte los militares que habían tomado parte en las intentonas de golpe de estado al gobierno democrático de Carlos Andrés Pérez el 4 de febrero y el 27 de noviembre de 1992, además de los que no acompañaron aquellas asonadas pero han venido ganándose el favor del Líder en base a su lealtad probada en los cuarteles durante la última década y, por la otra, en un grupo de personajes civiles que compartían como rasgo común el haber hecho oposición a los llamados partidos tradicionales del sistema (el socialdemócrata Acción Democrática y el socialcristiano Copei) que se alternaron en el poder durante la era de gobiernos democráticos comprendida entre 1958 y 1998.

Chávez, ¿El único que puede?

Ahora bien, la pregunta pertinente en el actual momento no subyace en el hecho de averiguar quién sería el personaje que se impondrá como sucesor de Hugo Chávez. El cuestionamiento que debemos hacernos en este instante debe obedecer a una duda más básica aún: ¿Es sustituible Hugo Chávez como figura principal del chavismo y cabeza del proyecto político bolivariano?.

Más allá del aprovechamiento de los ingentes recursos que ingresan al país vía renta petrolera y permiten implementar programas sociales destinados a los más humildes, Hugo Chávez ha cimentado su poder durante estos 13 años en su extraordinaria capacidad para generar conexión con los sectores populares a través de su discurso. Aún en los últimos tiempos, donde la supuesta enfermedad del Presidente hacía pensar que éste limitaría su tiempo de exposición frente al micrófono, no resultaba raro ver al Comandante comparecer en la tarima arengando a sus seguidores con piezas discursivas de varias horas de duración. Nos hallamos pues, en presencia de un liderazgo que no comporta elementos racionales, sino que por el contrario se sustenta en el carisma del Líder y en el símbolo de redentor social  que éste encarna. 

La historia ha demostrado con creces que este tipo de liderazgos, independientemente del signo ideológico que hubiesen podido tener en su momento, son por demás personalísimos e intransferibles: 

             -Aún y cuando han transcurrido casi 40 años de la muerte del que aseveraba ser el defensor de los descamisados y trabajadores, el peronismo sigue siendo un sentimiento muy fuerte en la Argentina, al punto de que se han creado varias   organizaciones políticas que dicen pregonar el ideario de Juan Domingo Perón. Sin embargo, nunca nadie pudo monopolizar ese sentir al punto de consagrarse como el sucesor del General.

             -Francisco Franco, el Caudillo y salvador de España, detentó el poder como amo y señor en el país ibérico por casi 4 décadas. No obstante, el franquismo como fenómeno concreto, al igual que el peronismo, nunca encontró un heredero   que lograra dar continuidad a la obra del Generalísimo. De hecho, aún y   cuando algunos colaboradores directos de Franco siguieron haciendo vida política luego de la transición al sistema democrático, nunca se organizó un movimiento o   partido político de trascendencia que acogiera directamente su figura como fuente de inspiración.   

Así pues, podemos poner en el tapete numerosos casos que evidencian el hecho incontestable de que quienes han puesto a descansar el destino de un determinado proyecto político en los hombros de un elegido, de un hombre que va dejando cada vez más de ser hombre para transmutarse en Semidiós, han visto fracasar y perderse en la nada esos proyectos con pretensiones hegemónicas. Como contrapartida, quienes en vez de ello han aprovechado su conexión popular y su carisma para dar vida a organizaciones e instituciones (partidos políticos) capaces de hacer perdurar un ideal colectivo por encima de las individualidades, han corrido con mejor suerte en la tarea de allanar el camino para echar las bases en la construcción de proyectos de poder perdurables en el tiempo. 

Casos como el de Rómulo Betancourt en Venezuela y Victor Raúl Haya de la Torre en el Perú, son ejemplos esclarecedores de esto último que hemos señalado: hombres que, amén de ser expresión viva del sentimiento popular de un país en un determinado momento, prefirieron utilizar su liderazgo para construir partidos que garantizaran la perdurabilidad de sus proyectos políticos hasta después de que ellos hubiesen fallecido. Allí la clave: la creación de instituciones que permitieran hacer trascender el asunto más allá de un hombre, de un iluminado, de un imprescindible. Y vaya que ni Betancourt ni Haya obtuvieron pingües resultados en su empresa, puesto que  Acción Democrática ha cumplido recientemente 71 años de existencia y sigue siendo una referencia política importante en Venezuela, en tanto que el APRA -ya octogenario- hasta hace apenas un año aún era el partido de gobierno en el Perú.

La "sucesión"

Para Chávez el tema de la creación de un partido político nunca fue una prioridad, sino que más bien siempre fue un hecho entendido como una necesidad de tipo coyuntural-electoral. De allí que el Partido Socialista Unido de Venezuela (PSUV) nazca más como una forma de aglutinar en una sola organización -a la fuerza y bajo la tesis del partido único- a todo el que se considerase chavista que como una plataforma política para promover el llamado socialismo del Siglo XXI. Lo importante siempre ha sido el Líder, el proyecto (entendido como algo que necesariamente tiene que ser colectivo) todo el tiempo fue dejado en un segundo plano.   

Es allí donde se produce el gran drama del chavismo, que a lo largo de todos estos años ha repetido hasta el cansancio que tiene todo para asegurar que la revolución bolivariana perdure por décadas, pero que paradójicamente no supo acometer a tiempo la tarea de preveer el relevo necesario, preveer pues que los líderes -seres de carne y hueso al fin y al cabo-, no son eternos. El personalismo, mal que ha sido espada de Damocles en los dos  casos que mencionamos más arriba y en muchos otros que la historia guarda entre sus páginas, anula y castra cualquier posibilidad de que un proyecto político pueda llegar más allá de lo que llega la vida de ese líder celebérrimo que un día enardeció a las masas. 

Luego de esta reflexión y suponiendo la veracidad de la información que ha divulgado el propio gobierno venezolano sobre el agravamiento del estado de salud del Presidente Chávez, más allá de evaluar si se impondrá el grupo militar o el civil como el heredero y usufructuario del legado chavista en los años por venir, debemos comprender que Chávez -en base al tipo de liderazgo que ha construido durante todo este tiempo- es un personaje irremplazable, por lo que en su ausencia sólo son posibles dos escenarios: la desaparición paulatina del chavismo como fenómemo político (tal y como sucedió con el franquismo), o bien que perdure Chávez como símbolo y figura de culto de varios grupos pero que ante la ausencia del Líder que les aglutina serán víctimas de sus contradicciones internas y deberán tomar caminos políticos separados (reeditando la experiencia argentina de los múltiples partidos peronistas).