Luego de haber vencido en los comicios presidenciales del 7 de octubre de este año -al contar con el voto de algo más de 8 millones de venezolanos- y tras una ausencia del país prolongada por varios días y que había dejado el campo abierto a la especulación y la rumorología, el sábado 8 de diciembre reapareció el Presidente Chávez en el Palacio de Miraflores en una cadena de radio y televisión que tenía como propósito anunciarle a los venezolanos los quebrantos que venía presentando su salud en las últimas semanas.
Así
pues, flanqueado por Nicolás Maduro (Vice-Presidente de la República) y Diosdado
Cabello (Presidente de la Asamblea Nacional y Vice-Presidente del Partido
Socialista Unido de Venezuela), se presentaba el Comandante Hugo Chávez ante la
opinión pública ese sábado con tres objetivos fundamentales, a saber:
1) Rendir cuenta del más reciente tratamiento al que se había
sometido en la Isla de Cuba,
mediante la aplicación de oxígeno a través de una cámara hiperbárica, todo ello ante la aparición de molestias y
dolores importantes en la zona de donde se leextrajo
el tumor cancerígeno que ha venido aquejando su salud desde hace más de 1 año y medio (junio de 2011).
2) Informar que paralelamente a las sesiones de terapia con dicho tratamiento se había sometido a una serie de exámenes muy exhaustivos, en los cuales se habría determinado que se produjo una reaparición de algunas células cancerígenas en su cuerpo, por lo que era indispensable que la Asamblea Nacional le aprobase un permiso para estar fuera del país por más de 5 días, en tanto y en cuanto era necesario que volviese a la Habana para someterse a un nuevo procedimiento quirúrgico.
3) Poner sobre el tapete la
posibilidad de que el proceso de recuperación post- operatoria, en vista de la magnitud que reviste la nueva
cirugía, podría impedir que estuviese
presente en el acto de juramentación ante la Asamblea Nacional para asumir el nuevo período de gobierno, acto
previsto a ser llevado a cabo el 10 de enero
próximo. Sobre este último escenario Chávez se adelantó a cualquier elucubración y dejó claro que ante la
imposibilidad de seguir ejerciendo el poder desde
la silla presidencial el elegido para continuar la gesta revolucionaria era, naturalmente, el Vice-Presidente Nicolás
Maduro.
La
designación de Chávez revive así la vieja polémica que varias veces se ha ventilado
sobre los grupos de poder internos que coexisten dentro del llamado
"chavismo". Por años se ha aludido a la supuesta existencia de
múltiples facciones que conviven -a veces a trompicones- dentro de las filas
rojas, siendo la lealtad y el culto a la figura de Hugo Chávez como líder único
y símbolo de la revolución bolivariana el único elemento que logra aglutinarles
en torno a un objetivo en común; sin embargo, sin caer en las honduras de la
especulación sobre los posibles intereses y particularidades que cada subgrupo
pudiera encerrar, estamos en presencia del hecho innegable de que cohabitan en
el chavismo al menos dos grandes grupos: el de los civiles y el de los
militares.
Recordemos
pues, que la construcción de la plataforma política que lleva a Chávez al poder
por primera vez en las elecciones presidenciales 1998, el Movimiento Quinta
República (MVR), se apalanca precisamente en estos dos grandes grupos: por una
parte los militares que habían tomado parte en las intentonas de golpe de
estado al gobierno democrático de Carlos Andrés Pérez el 4 de febrero y el 27
de noviembre de 1992, además de los que no acompañaron aquellas asonadas pero
han venido ganándose el favor del Líder en base a su lealtad probada en los
cuarteles durante la última década y, por la otra, en un grupo de personajes
civiles que compartían como rasgo común el haber hecho oposición a los llamados
partidos tradicionales del sistema (el socialdemócrata Acción Democrática y el
socialcristiano Copei) que se alternaron en el poder durante la era de
gobiernos democráticos comprendida entre 1958 y 1998.
Chávez,
¿El único que puede?
Ahora
bien, la pregunta pertinente en el actual momento no subyace en el hecho de
averiguar quién sería el personaje que se impondrá como sucesor de Hugo Chávez.
El cuestionamiento que debemos hacernos en este instante debe obedecer a una
duda más básica aún: ¿Es sustituible Hugo Chávez como figura principal del
chavismo y cabeza del proyecto político bolivariano?.
Más
allá del aprovechamiento de los ingentes recursos que ingresan al país vía
renta petrolera y permiten implementar programas sociales destinados a los más
humildes, Hugo Chávez ha cimentado su poder durante estos 13 años en su
extraordinaria capacidad para generar conexión con los sectores populares a
través de su discurso. Aún en los últimos tiempos, donde la supuesta enfermedad
del Presidente hacía pensar que éste limitaría su tiempo de exposición frente
al micrófono, no resultaba raro ver al Comandante comparecer en la tarima
arengando a sus seguidores con piezas discursivas de varias horas de duración.
Nos hallamos pues, en presencia de un liderazgo que no comporta elementos
racionales, sino que por el contrario se sustenta en el carisma del Líder y en
el símbolo de redentor social que éste
encarna.
La
historia ha demostrado con creces que este tipo de liderazgos,
independientemente del signo ideológico que hubiesen podido tener en su
momento, son por demás personalísimos e intransferibles:
-Aún y cuando han transcurrido casi
40 años de la muerte del que aseveraba ser el defensor
de los descamisados y trabajadores, el peronismo sigue siendo un sentimiento muy fuerte en la
Argentina, al punto de que se han creado varias organizaciones políticas que dicen pregonar el ideario de Juan
Domingo Perón. Sin embargo,
nunca nadie pudo monopolizar ese sentir al punto de consagrarse como el sucesor del General.
-Francisco Franco, el Caudillo y
salvador de España, detentó el poder como amo y
señor en el país ibérico por casi 4 décadas. No obstante, el franquismo como fenómeno concreto, al igual que el
peronismo, nunca encontró un heredero que
lograra dar continuidad a la obra del Generalísimo. De hecho, aún y cuando algunos
colaboradores directos de Franco siguieron haciendo vida política luego de la transición al sistema
democrático, nunca se organizó un movimiento o partido
político de trascendencia que acogiera directamente su figura como fuente de inspiración.
Así
pues, podemos poner en el tapete numerosos casos que evidencian el hecho
incontestable de que quienes han puesto a descansar el destino de un
determinado proyecto político en los hombros de un elegido, de un hombre que va
dejando cada vez más de ser hombre para transmutarse en Semidiós, han visto
fracasar y perderse en la nada esos proyectos con pretensiones hegemónicas.
Como contrapartida, quienes en vez de ello han aprovechado su conexión popular
y su carisma para dar vida a organizaciones e instituciones (partidos
políticos) capaces de hacer perdurar un ideal colectivo por encima de las
individualidades, han corrido con mejor suerte en la tarea de allanar el camino
para echar las bases en la construcción de proyectos de poder perdurables en el
tiempo.
Casos
como el de Rómulo Betancourt en Venezuela y Victor Raúl Haya de la Torre en el
Perú, son ejemplos esclarecedores de esto último que hemos señalado: hombres
que, amén de ser expresión viva del sentimiento popular de un país en un
determinado momento, prefirieron utilizar su liderazgo para construir partidos
que garantizaran la perdurabilidad de sus proyectos políticos hasta después de
que ellos hubiesen fallecido. Allí la clave: la creación de instituciones que
permitieran hacer trascender el asunto más allá de un hombre, de un iluminado,
de un imprescindible. Y vaya que ni Betancourt ni Haya obtuvieron pingües
resultados en su empresa, puesto que
Acción Democrática ha cumplido recientemente 71 años de existencia y
sigue siendo una referencia política importante en Venezuela, en tanto que el
APRA -ya octogenario- hasta hace apenas un año aún era el partido de gobierno
en el Perú.
La
"sucesión"
Para
Chávez el tema de la creación de un partido político nunca fue una prioridad,
sino que más bien siempre fue un hecho entendido como una necesidad de tipo
coyuntural-electoral. De allí que el Partido Socialista Unido de Venezuela
(PSUV) nazca más como una forma de aglutinar en una sola organización -a la
fuerza y bajo la tesis del partido único- a todo el que se considerase chavista
que como una plataforma política para promover el llamado socialismo del Siglo
XXI. Lo importante siempre ha sido el Líder, el proyecto (entendido como algo
que necesariamente tiene que ser colectivo) todo el tiempo fue dejado en un
segundo plano.

Luego
de esta reflexión y suponiendo la veracidad de la información que ha divulgado
el propio gobierno venezolano sobre el agravamiento del estado de salud del
Presidente Chávez, más allá de evaluar si se impondrá el grupo militar o el
civil como el heredero y usufructuario del legado chavista en los años por
venir, debemos comprender que Chávez -en base al tipo de liderazgo que ha
construido durante todo este tiempo- es un personaje irremplazable, por lo que
en su ausencia sólo son posibles dos escenarios: la desaparición paulatina del
chavismo como fenómemo político (tal y como sucedió con el franquismo), o bien
que perdure Chávez como símbolo y figura de culto de varios grupos pero que
ante la ausencia del Líder que les aglutina serán víctimas de sus
contradicciones internas y deberán tomar caminos políticos separados
(reeditando la experiencia argentina de los múltiples partidos
peronistas).